La soledad real es la soledad de una
ciudad que no existe porque ya no le quedan verdades que paseen por ella; una
ciudad con unos pocos barrios, ocupados tan solo por razones contrabandistas.
La soledad real –no la individual de pequeñas melancolías, sino la enorme
soledad sentida como especie– es un recado amargo que nos llega de la historia
sin hoy y sin futuro; la historia en cuyas calles se embarran los zapatos y
ensucian los horizontes, o se miran escaparates y compran ideas de segunda mano
en las rebajas de sus repetidos fracasos.
La soledad real es el nudo en la
garganta que se siente al hablar con el silencio tras comprender que es el
único interlocutor posible. Porque lo demás es nadie; o nada: un sórdido
mercadillo de traficantes y embaucadores. Unos con tenderete y licencia, otros con
acera y calle; aquéllos, con el futuro de oferta en sus mostradores; éstos, con
la libertad ‘ripeada’ y a precio de saldo… Y los de aquí y los de allá, sorteando
entre su clientela un abrillantador de ideologías oxidadas que, según la
propaganda, las deja como nuevas.
La soledad real es la soledad que
sentimos al pasear por ciudades que no existen acompañados de verdades que ya
no nos quedan.
Noviembre 2012
Tan desolador...y tan cierto.
ResponderEliminarEsa sensación he sentido en la calle,en un viaje rápido a Madrid.
Un momento de paz,visitando La Casa Encendida con la exposición de Louise Bourgeois.Y el edificio precioso de esa librería tan especial:La Central de Callao.
Un beso no de soledad.
Bueno, Veridiana, así es la especie; quiero decir, la forma como una definición de la especie quiso ver el paréntesis de tiempo que le correspondía.
ResponderEliminarGracias por visitarme, y un beso.
Creo que ya te dije una vez que solo nuestro corazón (la "pecera melancólica" de la que hablaba Miguel Hernández) se queda hasta el final. Como individuos y como especie estamos, en el fondo, muy solos. Solo hay un trozo de tiempo... y una humana tendencia a conversar. Con los demás, con uno mismo, con el silencio. A mí me conmueve la intención, me hace sentir menos sola,-)
ResponderEliminarUn beso.
Tú siempre verás el lado más ‘conmovedor’ de todo, Olga; incluso de lo que no se lo merece. Tal vez nos baste la ‘intención’, por más que la especie, la cultura, la civilización o lo que sea eso que nos define en el tiempo sea sólo “un penal de ruiseñores moribundos”.
ResponderEliminarUn beso desde el amable hábito de agradecer tu compañía.
Pues... Si ya no nos quedan "verdades" tendremos que soñarlas de nuevo. Porque...¿ no es, acaso la vida una "verdad" soñada?
ResponderEliminarUn beso
Me has recordado, Doña A, el “caballito soñado” de don Antonio y las penurias de Segismundo en su celda.
ResponderEliminarSí, tienes razón, habrá que “soñar” verdades de nuevo; pero también habrá que inventar la ciudad hospitalaria que las acoja. Naturalmente ocurrirá, pero serán otros los que las sueñen, otros los que la inventen.
Un beso.
Muy interesante el post y muy buena tu reflexiòn y es que de esas ciudades lamentablemente hay tantas en el mundo.Besos.
ResponderEliminarGracias por tu amabilidad, Prestiti.
ResponderEliminar