Érase una vez un soldado que
defendía una plaza rodeada por un desierto. Desde nunca hasta jamás fue cruzado
tal desierto por ejército adversario que mereciera la pena de su vana ocupación
–ni tampoco aliado, capaz de entretener tan aburrida centinela–. Y aquel turbio
soldado, que contaba las horas en clepsidras de tedio, se murió sin hazaña ni
nadie con quien cruzar espada o firmar armisticio.
Y érase otra vez –o tal vez la
misma vez– un soldado defensor de una plaza harto distinta; una plaza en el
centro de un rabioso conflicto; una plaza rodeada de ejércitos inconmensurables
y enemigos. Tantos eran los frentes que el soldado no sabía por cuál de ellos
empezar. Y embotado, confuso e indeciso murió de una granada que silbaba en el
cielo camino de otra parte.
Lo peor de esta historia es el triste
renglón que ocupa el hombre… Ese gris centinela que vigila la nada… Ese ambiguo
soldado humillado ante el todo.
4 marzo 2013
Lo mas triste de toda esta historia es pensar que haya personas que al final de su vida se encuentren con la trágica y patética verdad de la esterilidad de su trayectoria vital.
ResponderEliminar¿Se harán preguntas? ¿ Se las hicieron antes? Por qué hay personas que temen tanto decidir por si mismas?
Es triste, realmente triste tu historia Antonio.
Un beso
Tal vez, querida, Doña A, no trate el caso de este soldado de ‘personas’, sino de la misma desconcertada especie a que me referí semanas atrás.
ResponderEliminarGracias una vez más por tus amables visitas.
Y un beso, claro.
Pues...como especie no se que te diga; me produce la misma tristeza.
ResponderEliminarHace poco leía un texto de Galdós que se podría aplicar a la situación política y social del momento y han pasado cien años. No hemos evolucionado nada.
Un beso
A lo mejor (…o peor), querida Doña A, tenían razón los ‘viejos’ griegos y el menos viejo Nietzsche, y la vida es un eterno retorno; más aún, un retorno interminable de interminables pequeños retornos. A lo mejor (o…peor), la libertad es una fantasmada de lo ‘previsible’ que nos deja sólo la posibilidad de aceptar lo que pasa, lo que inevitablemente ha de pasar. Claro que esto… ¡también lo dijeron ya los viejos griegos! Después de todo, el estoicismo resulta bastante sensato.
ResponderEliminarUn beso.
Dicen que todos somos responsables de nuestros actos,pero la vida no tiene ningún sentido,la idea de lograr una felicidad permanente es un disfraz.
ResponderEliminarUn beso.
Dígase lo que se diga, mi temida Circe, incluso, diga yo lo que diga a veces, no renunciaré jamás al postulado de ser quien he querido ser; lo que sería imposible si no fuera el responsable mí mismo… ¡Aunque me convirtiera en animal su encantadora perversidad!
ResponderEliminarGracias, Veridiana, por tu costumbre de visitarme.
Un beso.
El estoicismo resulta bastante sensato, sí. Volcanes imperturbables, ya sabes cuánto me gustan. Soldados en su sitio. Larguísimas imaginarias. Carpe noctem, querido Antonio.
ResponderEliminarUn beso.
Deliciosamente hermoso siempre, Olga, encontrarse con tu palabra.
ResponderEliminarGracias por tu compañía (tan poco merecida por mí).
Un beso.
Hummm...¡Qué peligro!jeje...
ResponderEliminarPasa buena tarde.