Como si hubiera dejado de quererse,
hoy tiene el alma antojos de melancolía,
como si se desentendiera de sí misma y no diera pie con bola
en los relojes…
¡Como si nunca
fuera ya lo único que importa!
¿Adónde vas extraña y decadente por ciudades de ojos sin
mirada,
a qué jardín de rosas para nadie?
El hombre es el único animal que tropieza mil veces en el
hombre.
El hombre es el obstáculo del hombre,
la piedra innumerable, la zanja de sí mismo.
Llora el viento de frío y tiritan de abandono
los brotes nuevos de los viejos árboles.
Y tú, mi enajenada tú,
confusa y enigmática,
arrojas a los charcos tu vocación de ángel.
Porque eres del hombre…
A mí me perteneces y caes donde yo caigo;
te hundes y te asfixias,
anaeróbica hazaña de mis sueños.
La noche iguala el infinito con el cero
y Dios juega a los dados a pesar del sabio.
Somos sólo el capricho de un misterio,
la baza breve de un azar inexplicable.
No dejes de quererte, mi vieja compañera:
¡aún nos queda apostar lo no posible!
29 abril 2013
Preciosísimo, Antonio.
ResponderEliminarTus palabras son un bálsamo para muchas almas, por ejemplo, la mía.
Gracias!!!!
Tu poema ha sido un regalo para mi alma.
Un beso
Inma
Bueno…, algo menos. En todo caso, muchas gracias por tu generoso comentario, Inma.
ResponderEliminarUn beso, y disfruta del “puente”.
"¿Adónde vas extraña y decadente por ciudades de ojos sin mirada,/
ResponderEliminara qué jardín de rosas para nadie?"
"Y tú, mi enajenada tú,/confusa y enigmática,/arrojas a los charcos tu vocación de ángel."
Conversas con el hombre que siempre va contigo ("quien habla solo espera hablar a Dios un día")
No dejes de quererte, ni se te ocurra. Eres, "en el buen sentido de la palabra, bueno".
Un beso.
No hay mucho que querer en mí, Olga, pero si tú lo ordenas, haré un esfuerzo.
ResponderEliminarGracias siempre, y siempre un beso.
Querido Antonio: un poco tarde, pero aquí estoy.
ResponderEliminarY... Estoy para decirte que en mí opinión, aunque tú lo sabrás mejor que yo, el alma de los hombres buenos jamás abandona, porque si así lo hiciera, dejaría de ser lo que es: polvo de estrellas y ... ¿Que sería del hombre sin su inseparable compañera?
Puede ser que nos olvidemos de ella alguna vez, puede que haya seres confundidos, desorientados o perdidos, pero ellas jamás dejarán de querer al hombre. Son lo mejor de nosotros mismos.
Nosotros las arrastramos a veces, pero ellas nos levantan siempre.
Un beso buen amigo y compañero.
Sin duda, mi querida Doña A, el alma de Fausto tira de Fausto hasta donde puede; y, cuando no puede más, se pone melancólica, extremadamente melancólica. Y no es para menos. Porque el hombre, cuando no es idiota, es sencillamente elemental.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, y un beso.
Tal vez el hombre,como Fausto,ha vendido su alma al diablo,y se divierte con su torpeza.
ResponderEliminarHum...Qué temor,una hermosa rosa negra...!!!
Un beso...
En mi opinión, querida Veridiana, el hombre es tonto; y en la tuya, mi temida Circe, creo que también; de ahí tu manía de convertirnos en animales.
ResponderEliminarEn cuanto a la rosa –negra en efecto, aunque en la fotografía parece morada– te diré que el negro, para mí, sólo es signo de nobleza y austeridad. No hay nada que temer por tanto.
Un beso y gracias por tu leal visita.