Se presentó de improviso un día
de hace tiempo. No me di cuenta entonces de que era quien era. Ni de que íbamos
a estar tanto tiempo juntos. De niño me encontraba con ella a diario, nada más
despertar, colocando mis cosas en un orden preciso que yo no comprendía. Luego
jugábamos a todo lo imposible, a todo lo que no seríamos nunca..., pero éramos
felices.
Todo cambió cuando murieron los
juegos: los días sin infancia se vuelven agridulces. La veía y la amaba, aunque
a veces la odiaba y quería que se fuera. Pensé hasta negarle la palabra, romper
con ella definitivamente, impedir que amaneciera junto a mí y situara mi tiempo
con mis cosas en un orden que nunca he comprendido –supongo que esto ocurre en
toda adolescencia–.
Pero también murieron los
agridulces días sin infancia –todo acaba muriendo–. Sin embargo, ella siguió
junto a mí ordenando los meses y los años; los gozos, las tristezas, las
derrotas, los triunfos… No sé si supe amarla entonces; tal vez me limité a
consentir su compañía. O me rendí, quién sabe, al onírico encanto de sentirme
amparado, tan insistentemente amparado, por ella. Porque el hombre es un animal
confuso, una bestia ingrata que maltrata el paisaje en que amanece.
Ha pasado mucho tiempo y, sin
embargo, me sigue despertando cada día, llamándome a la luz y a los espejos,
sosteniendo mi edad ante los otros, ordenándome el alma entre las cosas...
Es la vida al fin y al cabo. La
vida después de todo...
Cualquier vida.
ResponderEliminarEs precioso tu texto Antonio, como siempre . Esta vez..., no se qué decir. Nada, sólo quedarme con ese resumen de la vida, de cualquier vida, de la de cualquiera como tu dices y reconocer como decía Amado Nervo " porque veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino "
Un beso grande y gracias.
Muchas gracias, Doña A, "como siempre"; y a pesar de ese "no sé qué decir", yo creo que dices mucho más de lo que merece este texto.
ResponderEliminarUn beso.
Ser un hombre agradecido merece un reconocimiento.
ResponderEliminarBuscame en esa fiesta vitalista de Renoir,para recibir una invitación...
Un beso.
Os buscaré, no lo dudéis, mi temida Circe.
ResponderEliminarGracias y un beso.