Recuérdame que abra las ventanas
y no cierre la puerta,
y deje en mi escritorio
algún soneto viejo, cualquiera que haya escrito
con extrañas palabras,
con ésas que no hubieron lugar en estos días
ni calle en otros labios,
ni distrito postal en otras almas.
Recuérdame que deje abierto todo
para que el aire reine
–anónimo y sin mí– sobre mi ausencia,
y el sol entre y se cobre lo que debo
por su luz alquilada y los dulces paisajes…
Recuérdame que no proteste;
o me empeñe en decir que no hay derecho,
que el contrato decía que era prorrogable
un año cada año…
Recuérdame que abra las ventanas y no cierre la puerta…
Y deje al viento el verso
que debo por la luz de haber vivido.
16 mayo 2014
Hermoso poema y nada frío aún . Gracias por este retorno a la poesía,refugio y hogar de palabras para el sentimiento, que no encuentran acogida en otra`métrica´.
ResponderEliminarGracias por prolongar tu magisterio en estas dosis de maestría para todos.
P.D. Y ya sabes, hay ausencias tan fuertes que se transforman presencia.
Un beso (Cupi)
No, Antonio, no le cierres ninguna ventana ni ninguna puerta a la vida. Recordar que el tiempo que tenemos es demasiado corto para amar, para vivir...Nunca sabes que o quien puede llegar y lo que puede traer y en tu ausencia siempre podremos recordar tus palabras.
ResponderEliminarA través de esta ventana virtual que mantienes abierta yo pude verte pasar y encontrarte de nuevo.
Gracias por tus palabras, por tus sonetos, por hacernos pensar, por enseñarnos.
Gracias y un beso
Gracias a ti, Cupi, una vez más, por la amable generosidad de tus comentarios, aunque dudo mucho de que yo prolongue aquí ningún "magisterio".
ResponderEliminarUn beso.
Naturalmente, querida Doña A, no es mi intención cerrar ni puerta ni ventanas a la vida: sería una descortesía imperdonable con mi arrendadora, y yo soy un caballero. En realidad, es ella la que nos pone de patitas en la calle: así es la “letra pequeña” en todos los contratos…
ResponderEliminarY gracias por tantas inmerecidas gracias y por tu cariñosa compañía.
Un beso.
El magisterio de la vida, maestro, el de la vida, del que hablaba Guardini. Y, perdóname la frase sin terminar, que estaba trasteando en la cocina a la vez que escribía y no sé qué he hecho.
ResponderEliminarEmpiezo a pensar que es un mito eso de que las mujeres hacemos varias cosas a la vez. Puedes estar orgulloso de este poema.Beso
¡Mucha "cátedra" es ésa, querida Cupi!
ResponderEliminarGracias de nuevo.
Reuérdamelo también a mí, maestro. Porque es una descortesía, sí. "La gentilezza è rivoluzionaria". Vero.
ResponderEliminarPor lógica ley de vida, mi querida Olga, afortunadamente yo no podré recordarte nada.
ResponderEliminar“La caridad bien entendida…” Ya sabes cómo sigue. Yo creo que con la “revolución” tendría que ocurrir igual, es decir, que, si bien se entendiera, debería 'empezar por uno mismo'. Si alguna vez conseguimos tal cosa, tal vez se haga cierto que “la gentilezza è rivoluzionaria”; porque la bondad no es cosa de las ideas, ni de los programas, ni de las ‘filosofías’, sino atributo de las personas que en ese ‘raro quehacer’ se eligen.
Todo un placer siempre, recibir la visita de tu cariñoso recuerdo.
Un beso.
Felicidades, Antonio. Por el poema y por el día de tu santo.
ResponderEliminarUn pelín atrasadas, ya, pero pensé en ti el mismo día (no sé si los pensamientos disculpan, pero que conste).
Besos
Gracias, Anónimo (“anónima”, supongo, por los besos finales), también algo atrasadas: ayer tuve un día ocupadísimo por causa de un regalo precioso de mi hija mayor.
ResponderEliminarBesos.
No me cierres la puerta, Antonio...
ResponderEliminarHermoso poema!!
Buenos días,y un beso.
Veridiana.
Por supuesto que no, mi temida Cicrce: ¡cómo iba a atreverme yo a tanto!
ResponderEliminarGracias y un beso.