¿Será que el universo, nuestro cosmos, aún no ha aprendido a cultivarse, aún deambula sobre la desolación del caos?
¿Será que el ser todavía es el
paisaje de un paleolítico grandioso que ignora la agricultura de sus astros,
que sólo los persigue y caza, y los engulle y continúa errante buscando nuevas
presas que le permitan sobrevivir?
¿Será que el neolítico de la
noche, el asentamiento y la ciudad del cielo aún no han ocurrido? ¿Que la parte
–nosotros– tenía la tarea inmensa de aleccionar al todo, de enseñarle cómo la prehistoria
se hacía historia; cómo la horda, grupo; cómo urbe, el páramo y su hostilidad?
¿Será que éramos el docente microorganismo
de un macroorganismo depredador?
¿Será que la heroica empresa de nuestra
pequeñez era la civilización de un bárbaro inmenso y monstruoso que llamábamos
universo?
¿Será que menospreciamos el
potencial de nuestra esperanzadora insignificancia, ésa que frente a lo que ocurre
se atrevía a pensar lo que debería ocurrir, que definía el deber-ser a pesar
del ser y lo convertía después en proyecto y hazaña?
¿Será que fue verdad no consumada la secuencia
hegeliana del espíritu, que el destino del todo era saberse a través de
nosotros; que el silencio aguardaba la palabra y el espectáculo su espectador?...
¿Será que nunca fuimos la
esperanza?
Muchas son las preguntas aunque en realidad sea solo una. Supongo que para el que tiene determinadas creencias las respuestas no deben de ser difíciles de encontrar. Para mí que vivo y siento la inmensidad del cosmos de manera diferente y que me declaro agnóstica porque la fe ciega no va con mi manera de ser y porque tampoco tengo la soberbia suficiente para creer que puedo comprender a un ser tan superior, me muevo por lo tanto en la perplejidad que me produce el ser humano.
ResponderEliminarAnte una imagen, como la de tu fotografía, tan... terrible en la que se ve lo peor que hay en él solo deseo y espero que, efectivamente, si seamos la esperanza.
Un beso
No tenía intención de plantear, mi querida Susi, ninguna cuestión teológica al respecto: simplemente me refería a la totalidad bárbara del universo, donde hay “depredadores” que engullen estrellas y estrellas que devoran planetas cuando ya no queda en ellas nada que devorar. Me refería a un mundo material y brutal que, sin embargo, parió un ser extraño capaz de rebelarse contra “lo que era” y que “se creía” capaz de pensar “lo que debería ser”. Si esto implica algo trascendente, será porque esa rara criatura, que alumbró tan cruel universo, anda llena de incertidumbres sobre sí misma. Lo gracioso es que si niego el condicionante, el condicionado se mantiene inalterable; es decir, la rara criatura sigue llena de incertidumbres y contradicciones.
ResponderEliminarHaces bien en desear y esperar (ambos verbos son un eufemismo de “creer”) que somos la esperanza. Por desgracia, yo no tengo una “fe tan ciega”.
Muchas gracias, como siempre, por acompañarme en estos rincones.
Un beso.
P.D.: Naturalmente, la fotografía a que te refieres no es mía: está en la red.
"Por el camino,ascendente, arenoso,difícil
ResponderEliminarLa pequeña esperanza avanza
Ella, esa pequeña, arrastra todo
Como una niña que no tuviera fuerzas para andar,
Pero en realidad es ella la que hace andar a todo el mundo” C. Pèguy
¿A qué “todo el mundo” hace andar esa esperanza, Cupi? ¿A éste? ¿De verdad es este “pequeño” mundo el que creemos ver caminar hacia alguna esperanza?...
ResponderEliminarPues, ¡ojalá! Pero parece lógico que uno se lo pregunte, ¿no es cierto?
Besos.
Bueno, no es una esperanza basada en indicios visibles, es una "esperanza contra toda esperanza",de naturaleza distinta a la que habitualmente llamamos esperanza,la que hace mover al mundo en otra dirección a la que sensiblemente parece que se mueve. Es una Esperanza con mayúsculas y pertenece al ámbito del deber ser. ¡Debe haber Justicia para las víctimas inocentes de la Historia!. ¡Debe haber un sentido!, oculto todavía, pero deseado,en el corazón, por todos los hombres de buena voluntad, que le de un destino a este turbulento mundo y a esta pobre criatura que llamamos hombre. Esta es la Esperanza de la merece la pena fiarnos y guiarnos, ¿no?. Besos
ResponderEliminarEn entradas antiguas, Loli, me he referido a cosas parecidas a las de tu comentario. Pero aquí pretendía ceñirme a lo inmanente, a la lectura del hombre solo al margen de cualquier trascendencia. Como si fuera un agnóstico que mira honradamente a la humanidad; quiero decir, que únicamente admite lo que conoce. Aquí me refería a la incertidumbre y pobre luz que arroja la supuesta liberación de la razón.
ResponderEliminarDespués de doscientos y pico años, uno no acaba de ver frutos relevantes en la “mayoría de edad ilustrada”. Ni la razón especulativa, ni la razón instrumental, ni la razón dialéctica han sido capaces de modificar lo más mínimo los quehaceres de la barbarie; es más, yo diría que los han intensificado. Entonces, ¿de qué esperanza podemos hablar? Me gustaría recibir la respuesta de un agnóstico consecuente; es decir, una que no empezase diciendo “yo creo…”
Besos.
El agnóstico no "sabe", por definición, con qué ha de ser coherente y además es un comodín que acoge, con demasiada frecuencia, la indiferencia, tanto de lo transcendente como, desgraciadamente, de lo inmanente.
ResponderEliminarYo no hablaba desde un postulado necesariamente creyente, sino del "principio esperanza",como decía E. Bloch, como dinamismo existente, tanto en el corazón humano como en las entrañas del pensamiento, y que convierte al hombre en un ser referido a un futuro que no le pertenece.
Te haría falta un ateo convencido de su ateísmo como interlocutor, y que sea lo suficientemente honesto, como para no negar, o no reconocer, la resonancia de este principio en si mismo. No sería capaz de ponerme en su lugar, debe ser muy triste una existencia sin "futuro", Así pues no te puedo ayudar, pero un besazo.