Se me ha ido mayo sin darme tiempo de pensar en mayo;
a traición de sí mismo, distraído, distante.
Se me ha ido mayo sin tiempo de saber de mayo;
sin el olor del cielo en los jardines o el beso enamorado de
sus signos;
sin inventar las rosas tras la lluvia ni prender de amapolas
los solares.
Se me ha ido mayo sin haberme asomado a los balcones de mayo;
sin oír los vencejos,
la bendita algazara que establece la linde entre Dios y los
hombres;
encerrado en mis torres de tiempo y ausencia
entre cuatro relojes implacables, extraños
al empeño venial de la tierra por dejar de ser polvo,
al humilde destino de nacer, de morir...;
ignorando el prodigio del día de volver a ser día
–sin luego, sin antes; sin aquí ni más lejos–
con el limpio milagro del sol en los ojos y el rocío
reinando en el alma...
Se me ha roto mayo donde nunca fue mayo;
en las manos del hombre, en los ojos del hombre,
en los verbos del hombre...
Ha pasado de incógnito entre tanto barullo de gentes y cosas
igual que una pasión sin aliento, sin signos...
Y de pronto,
no ha quedado de mayo nada más que la nada...
¡Nada más que una rosa recitando su olvido!
25 mayo 2016
¡Qué pena!, Antonio. Él haciéndote guiños y señas con sus colores y sus trinos y tú en encerrado entre tus "torres de tiempo y ausencia".
ResponderEliminarMenos mal que ha quedado esa "rosa recitando su olvido" pues el que recuerda vuelve a vivir lo vivido.
Un beso.
P.D. ¡Y qué no se te olvide Junio y el resto...
He esperado al último de día de mayo para que mi respuesta a tu cariñoso comentario fuera en sintonía con la entrada. En realidad, esa rosa que lo cierra es la misma "inventada por la lluvia" con que acababa un soneto de mayo de 2008 (tal vez lo hayas leído en esta imaginaria). Con ella pasa lo que con este mes o la vida: primero, uno cree que la vive; luego, se fantasea con su plenitud; más tarde se inventa en los atardeceres; y finalmente... uno sólo recita su olvido.
ResponderEliminarGracias por resistir mi lectura.
Un beso.