Me lo envía el Caballero Inactual, de quien hace años nada sabía.
A veces las palabras andan por
veredas que se cruzan en extraños significados, o discurren con ellos en paralelo
destino, o los hacen divergir hacia paisajes contrapuestos. Cuando hablamos,
hay que andarse con mucho cuidado con las cosas que se dicen porque en muchas ocasiones es fácil elegir un camino de trazado
amable a nuestro pensamiento que nos hace acabar donde éste no pretendía.
Últimamente oímos muchas estupideces, consecuencia de similares distracciones,
y cuando las comete alguien que a priori no consideramos estúpido, nos sumen en
inquietantes sospechas. ¿Nos estarán tomando el pelo? ¿Son conscientes de que lo
que dicen no es así y, por tanto, no se trata de un error sino de una mentira?
Y si es una mentira, ¿nos están considerando tontos? Pondré un ejemplo cogido
al azar de la prensa del día.
Habla el ministro de Sanidad
refiriéndose a la manifestación del 8 de marzo pasado: "Esos días se
celebró porque no había la evidencia científica, al menos yo no la tenía, para
decir que había que prohibirlo".
Hay en esta frase tres palabras molestas de las que ponen aviesas zancadillas a
nuestras pretensiones. Veamos. La primera, "evidencia", es de las que
hay que coger con pinzas, sobre todo si se refiere a "científica". En
filosofía se suele definir "evidencia" como "el rasgo de un
hecho, un conocimiento, etc. que arrastra al asentimiento incondicional de la
mente". En lo que es evidente no
hay duda que valga. La combinación "evidencia científica" es, por tanto,
delicada porque las ciencias, particularmente las empíricas, tienen una "evidencia"
perezosa. Tanto es así que, incluso a día de hoy, no creo que haya nadie que se
atreva a hablar de muchas evidencias sobre la Covid-19. Las únicas ciencias en
las que de verdad existen evidencias son las Matemáticas.
Hay
otras cosas, sin embargo, que en el conocimiento sí podemos tener sobre una
enfermedad en proceso como ésta: certezas.
La palabra certeza es una de ésas que
corre en paralelo a la que dijo el ministro, pero su significado tiene un matiz
muy interesante. En filosofía, hay que remarcar su carácter de "adhesión
mental a algo que se estima verdadero". Quiero decir que las certezas se tienen y las "evidencias" se dan. Así que el ministro de Sanidad, que según creo tiene algo
que ver con la filosofía, patina al principio de la frase del ejemplo y se va
por un término confuso: no es que "no" hubiera "evidencia científica", tampoco ahora la hay
según he matizado, es que él no tenía
la certeza debida. Aunque había
informes al respecto.
Y
aquí entra la última palabra: "prohibirlo". Reconozco que ésta me
choca profundamente. Después de tantos años oyendo el rebelde lema de mi
generación de "prohibido prohibir", me confunde, no poco, que en Gobiernos
tan avanzados aparezca ese verbo con tanta impudicia. Veamos: en la frase en
cuestión del ministro, no existe la
evidencia, que sería incontestable, sino
la certeza, que si se puede contestar, de hecho existían informes contra la
misma. Luego, lo que queda es la decisión.
Libre, por supuesto, y en consecuencia responsable. Hay que mojarse, vamos. Y
no se tiene que "prohibir". Lo justo, lo honesto, lo prudente, respetando
la presunta convicción de esa certeza trastocada en evidencia, es aconsejar, recomendar la inoportunidad de todos los eventos que se
consistieron (o alentaron) en los días de la incertidumbre.
Pero ni
se aconsejó, ni se recomendó lo que convenía a la prudencia. La decisión fue
otra. Y los caminos que eligieron las palabras hoy sabemos a qué paisajes llevaron.
El Caballero Inactual
… que no
es del PP, ni de Ciudadanos ,ni de VOX y que puede jurar ante Dios (siendo
quien Inactual se firma) no haber sido
votante nunca de tales partidos. Ah! y que, de paso, se caga en la palabra "facha"
que inevitablemente ocupa las bocas de quienes no saben qué decir cuando algo
se les critica.
Bueno señor Caballero intemporal, desde luego fuera de este tiempo,inactual, usted pide mucho. Pide ejercer el lenguaje con exactitud y ser fiel a algo muy de caballeros , al menos de la mejor caballerosidad que hemos tenido en nuestro acervo cultural, aquél que caminaba aventurero, luchando por causas justas y aborrecieno de embrujamientos. Este tiempo no es para usted. Debe formatearse y actualizarse. Porque lo que ahora se lleva es la imagen, la propaganda, el Twitter, el mensaje rápido que taladre el cerebro y le saque la materia gris subcinándola como con pajita. Realmente, sí nos hacen tontos con este lenguaje, no es que nos crean tontos , es que tienen la certeza de que lo somos, porque ya previlmente esta revolución cultural de las nuevas tecnologías, nos ha hecho tontos. Se han encargado de que nos de pereza leer algo más que un Twitter o un wasap. Piensan que vivimos de eslóganes y de mensajes subliminales,como los cartelitos del gobierno, con el 'Unidos' y los rótulos y colores tan iguales al del partido coaligado. Que sí, realmente nos toman , nos hacen, nos creen, tienen la certeza y casi, según creo yo con sus estadísticas oficiales de encuestas, hasta la evidencia científica.
ResponderEliminarYo no soy filósofa,más bien lo mío es la teología. En Teología hay un término, 'el resto de Israel', para hablar de los que en el cautiverio de Babilonia, se mantuvieron firmes en la verdad. Pues bien ¿quiénes son ahora el resto de Israel de esta sociedad nuestra?. De ellos depende el despertar de las conciencias de una masa, que , o cansada de aguantar, o complaciente en el engaño, ha sucumbido a este tiempo, donde la verdad no tiene sitio en el lenguaje. Un beso señor Caballero inactu al, intemporal o desincronizado, encantada de cruzarme con usted en un tiempo casi iré al ya.
Lo primero, Loli, es la gratitud, porque es de agradecer el comentario que me envías. Lo segundo exprimir, si me permites, una idea que apuntas sobre la tarea de ese" resto" que debe espabilar a una masa 'engañada por' o 'cómplice de' una verdad 'sin sitio en el lenguaje'. Y es que si lamentable es este desalojo de la verdad en la palabra, aún más terrible es que aquélla parezca no querer residir ya en el corazón.
EliminarGracias de nuevo y un beso.
Estoy encantada de que vuesa merced haya decidido opinar sobre tan terribles acontecimientos que nos dejan en el alma tan terribles sentimientos de desesperanza y angustia al estar desgraciadamente convencidos de que ningún valor asiste y aconseja a quienes desgraciadamente gobiernan
ResponderEliminarSi yo perteneciera a su mundo inactual y los años no hubieran hecho tanta mella en mi, cogería, sin dudarlo, como en épocas pasadas, mis armas, ahora ya un poco oxidadas pero no inservibles, ni por supuesto olvidadas y acompañaría, si vuesa merced me lo permitiera, acompañarle en tan heroica empresa.
Ya no queda honor, mi gentil caballero aunque en mi, queda un deseo enorme de que esos tan mediocres y canallas paguen por todos sus crímenes y por todo el dolor ocasionado en un pueblo que no se lo merece.
Quedó a su disposición.
Pues yo estoy encantado de que me hayáis puesto sobre aviso de los descalabros en la configuración de mis comentarios. De no haber sido por vos, mi impresentable insociabilidad habría rozado (sobrepasado quizá) las lindes de la mala educación. No es de recibo que alguien tenga el detalle de leerle a uno y tomarse el trabajo de comentarlo y reciba como respuesta la ignorancia de su amabilidad. Afortunadamente, y gracias a vuestra advertencia, creo haberlo solucionado.
EliminarEn cuanto a lo que aquí decís, debo señalar que no me creo lo de vuestra "mella". Prueba de ello es la gallardía con que tan bien os desenvolvéis "Entre brétemas". Tenéis brillante pluma y, sin duda, briosa espada. No os será difícil pues desfacer entuertos y derrotar malandrines por vos misma.
Agradeciendo vuestra lealtad…
Un beso (esto queda fuera del estilo, qué le vamos a hacer)