Por una noche, una vida;
por un segundo,
por un momento.
Por un de-repente y nada
después de su relámpago,
de su descarga imprevista,
inesperada, oculta en las palabras.
Por una noche que no tendrá mañana,
ni destino
ni horizonte.
Por un río de lava nacarada
en el roto estallido del deseo.
Por una noche sin más,
sin esperanza
de su extinto volcán en la memoria.
Por una noche en la cuenta
del saldo acumulado de la muerte.
Por una noche de amor…
Tan sólo por una noche…
vivir y no querer no haber vivido!
6 marzo 2019
Por una noche así, Antonio,sin mañana...
ResponderEliminarMerecería la pena una vida,no cabe duda, sin embargo, estaría impregnada de una dolorosa belleza y de una eterna saudade.
Un beso.
Paseando por las orillas del Ebro en Tudela, a finales de agosto del año pasado, nos encontramos un impresionante manto blanco que se extendía por toda la ribera parecido al vilano de los chopos. En realidad era un vasto cementerio de efímeras que en su brevísima vida de 24 horas había coronado su obligada noche de amor. Al parecer, es un ciclo que se cumple todos los años. Y es que la efímera (tiene otro nombre extremadamente ordinario) sólo vive para eso.
ResponderEliminarEl poema no está dedicado a las efímeras porque, entre otras razones, es anterior a la anécdota. Pero bien podría estarlo: son toda una lección de pequeñez sin querer empeñada en ser grandeza.
Muchas gracias por tu visita y tus palabras, Susi. Un beso