Mira el cielo una noche como ésta.
Resta a su luminosa cicatriz
la oscuridad y cuenta las estrellas
hasta el agotamiento de los números.
Invéntate un cometa o un sueño extraño
que pueda proceder de cualquier parte
que esté de ti muy lejos, de tan lejos
que traiga en su equipaje dulces cartas
de mundos que no existen, de paisajes
que sólo el corazón visita a veces
porque reina la paz sobre su nada.
No pienses en los días que sufriste
el cuchillo que vino por la espalda,
ni en los horas de amor que te robaron
enemigos oscuros; ni en la ira…
Mira el cielo una noche como ésta
negra y brillante en luz cicatrizada,
como si fuera el último homenaje
de la vida a tus ojos, de los sueños
al loco laberinto de tus lágrimas.
Julio 2020
Morir así. Olvidarse mirando las estrellas y soñar un sueño en una noche de luz clara y brillante donde se oiga la paz y el silencio; quizás un ladrido a lo lejos como acompañamiento y poco más. Sólo esperar que aquellos que tanto has amado vengan a por ti.
ResponderEliminarPués así está ultimamente mi loco y viejo corazón:entrebretemas.blogspot.com: Un viejo corazón.
Un beso, Antonio
Lo bueno del cielo es que siempre está ahí. La lealtad de las estrellas siempre es reconfortante. Los paisajes, las ciudades, las gentes… están a veces; a veces, muchas veces, cierto, pero otras son efímeros y no los vuelves a ver ni a vivir nunca. El cielo no es así; siempre está, siempre vuelve a ser el mismo a la misma hora de la misma noche. Es el más fiel escenario de nuestra vida y, sin duda, un maravilloso escenario ante el que morir.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita y tus palabras.
Un beso