Qué rara sensación vivir tan cerca
de dejar de vivir y no importarme,
ni querer apremiarlo o entorpecerlo,
ni desear que ocurra o que se impida.
Qué raro así vivir, con todo ya
camino de su nunca, sin mi gente,
que ya sólo en los álbumes habita,
sin las calles aquellas, sin aquellas
palabras que ordenaban el destino
y las horas amables... Ya no acampan
los sueños en mis noches, ni en mis días
las vigilias fabulan horizontes.
Todo parece ya que está cumplido,
que no hay después que aliente al viejo ahora
ni hazaña que cumplir. No queda tiempo.
Qué rara sensación seguir paseando
con esta indiferencia por las calles
que fueron de mi gente, repitiendo
los verbos que aprendiera de sus labios,
sin importarme ya que nada sea
o deje ya de ser… Y, sin embargo,
aborrecer tener que así perderos,
mi pequeño plural, que aún tanto amo.
30 agosto 2020
Foto original de Alex Carrillo
Precioso poema, Antonio, preciosos versos, todos ellos, que hacen sentir todas esas emociones que van llegando cuando el tiempo se acaba.Sin embargo, aunque comparto tu sentir, me siento en la obligación de hacer una reflexión, que estoy segura que tú compartirás conmigo.
ResponderEliminarQueda una tarea importantísima, Antonio. El viejo, el abuelo, es el fabricante de recuerdos felices para esas personitas que acaban de asomarse al mundo. Son portadores de ternura, contadores de historias fantásticas que les harán forjar sus propios sueños.
Ese es el último y precioso legado del viejo en el que se asoma en sus ojos el sueño de otro mundo mejor.
Un beso.
P.d. Preciosa foto.
Muchas gracias, Susi, por tu valoración y por tu reflexión. Aunque me gustaría aclarar que no pretendo cuestionar la importancia que tienen y la belleza que encierran los quehaceres de los viejos y abuelos. No hay (no lo pretendo) sentimiento de fracaso, ni de senil inutilidad, sino la rara sensación de vivir sin que te importe lo que sea o deje de ser, sobre todo porque la que ya dejó realmente de ser es una gran parte de tu gente y de tu mundo. Yo quisiera que el poema sonara estoico, no depresivo, porque asume la vida sin dramatizar su término y lo único que lamenta es tener que perder al pequeño plural que aún la sostiene.
ResponderEliminarUn beso.