El valor de la filosofía ha estado desde sus orígenes en las preguntas. Las respuestas son ocupación de la supervivencia; las respuestas pretenden la utilidad. Las preguntas, sin embargo, todas esas preguntas que nos atraviesan el pensamiento sin posibilidad de hallar nunca reposo para su esfuerzo; todas ésas tan denostadas, tan perseguidas, tan ninguneadas por la vanidosa razón –ilustrada primero; instrumental, después; confusamente empirista, siempre–; todas las que desde el siglo XVIII han sido desviadas, sistemáticamente, a la sección de Salud mental por la iniquidad mercenaria de los súbditos de la desesperanza, no sirven para nada; o, mejor dicho, resisten el asedio de la nada. Son, como los acantilados ante los envites del mar, una rocosa fortaleza del alma, un cerco amurallado para el hombre. Porque hablar del alma es hablar con ellas y no querer hablar de ellas es desarraigar al hombre La grandeza de la filosofía está –o estuvo– en no poder responder, en no a...
Lo que pretendías comprobar parece que te dió resultado no?
ResponderEliminarYo, lo que he hecho, ha sido darme un paseo por esos espacios con jardines del 2009, ya un poco lejanos pero siempre amables y hermosos.
Me he encontrado, en el paseo, con el Caballero. Me encantan sus versos aunque no me he atrevido a decírselo. Sigo siendo un poco tímida. Ya ves! Y es que no sé si le agradaría que lo abordará de esa manera.
Un beso, Antonio.
Bueno no sé si el resultado es meritorio, pero al menos he encontrado la forma de subir audios sin depender de terceros, que siempre es una lata.
ResponderEliminarEn cuanto a encontrarse con el Caballero paseando por jardines del 2009 no es difícil dada su condición de inactual. Por razón de su nombre es siempre cortés y educado, no temas pues saludarlo si con él te encuentras. En cualquier caso, gracias en su nombre.
Un beso