Me sentaré otra vez delante de la casa,
a la puerta del alma en los barrios del mundo.
Transcurrirán las sombras por sus horas, los meses
por sus años. Vendrán días lluviosos y fríos.
Vendrán inviernos y vendrán veranos. Y otoños
y primaveras luminosas. Repetiré
virtuosas palabras en voz alta sin que nadie
se detenga a pensar quién ni por qué las dijo.
Veré cruzar los astros. Veré a los gorriones
correr dando saltitos, picoteando aquí
y allá. Veré llorar, reír, amar, temer...
Veré pasar, pasar, pasar…
Me sentaré
otra vez delante de la casa, extrañado
como siempre, pero un poco más viejo, más solo,
más acostumbrado a la desesperanza. Porque,
al cabo, veré pasar de nuevo sus derrotas.
Y no sentiré nada, ni alegría ni pena
ni tristeza. Acaso un poco de piedad
o algo de confusión por lo que hicieron...
Acaso
un enorme dolor por habitar la muerte.
Marzo 2004
Y mientras tanto, amas, ríes, lloras con los demás y tu corazón siente piedad y dolor por el dolor de otros. No, no es verdad que no sientas porque además en cuanto dejaras
ResponderEliminarde sentir estarías muerto. Tú lo sabes. Más viejo si, extrañado igualmente salvo que ahora la extrañeza se ha convertido casi en una incondicional compañera.
Vendrán inviernos y veranos con los intervalos de luz de otoño y primavera y mientras tú estés ahí tus palabras no quedarán en vano y mientras, tras la puerta de la casa te seguirán esperando .
Un beso.
Muchas gracias, Susi, por tus palabras. El poema es, como se ve en la fecha, no muy reciente y en realidad acababa como ahora lo hace. Lo había suavizado con un sinónimo heideggeriano (hombre = ser para la muerte), pero al leer tu intuitivo comentario, me pareció que resultaba más claro sin aquél.
EliminarUn beso
Mejor sin suavizarlo.
ResponderEliminarYa me había dado cuenta de la fecha.
Sí, tienes razón.
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