Ir al contenido principal

El jardín de...



 


Righteous Brothers-Unchained Melod


Somos libres hasta que nos elegimos; luego sólo desarrollamos el yo que decidimos ser. Escribí esta pequeña verdad hace algunos años. Digo verdad porque, a poco que se quiera pensar, se entenderá que en ella van implícitas las dos ideas más grandes que, en algún momento desaparecido de la Historia, redondearon la definición del ser humano, esto es, la idea de libertad y la idea de compromiso. Por la primera nuestra imposible esencia resulta indefinida: exceptuando las determinaciones genéticas, somos naturalmente inacabados. Por la segunda, una vez que nuestro ser queda encadenado a lo que la voluntad  elige querer ser,  esa decisión nos compromete y, en consecuencia, la humanidad que nos define se hace moral, que es probablemente lo único, a excepción de la genética y el tiempo, que no podemos dejar de ser.


Poco de lo hasta aquí dicho es aportación mía; en casi todo hay un perfume gratificante y vital que no me corresponde. El jardín de este olor, sin duda, es Ortega y Gasset. Lo mío no es más que la desabrida maldición de un torpe jardinero que lamenta la indiferencia y la incomprensión de los paseantes. La libertad nos hace, lo que nos hace nos compromete, el compromiso nos engrandece, la grandeza nos define… 


Y al llegar a este punto, luego de visitar las aldeas deshabitadas de nuestra libertad y nuestro compromiso, es cuando se comprende hasta que punto la verdad puede ser el jardín de una tristeza.



2 abril 2022


Comentarios

  1. Si hay determinación genética, somos entonces medianamente libres, entiendo que es así?cuando, pues, elegimos ser libres?
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Empezando por el final: no elegimos ser libres, somos libres por naturaleza; la genética no nos determina, nos condiciona, por eso no podemos vivir bajo el agua, por ejemplo. Ese “medianamente” que dices, queda mejor aclarado por lo que Ortega llama “circunstancia”. Soy libre de elegir dentro de ella el yo que quiero ser y eso, por tanto, es mi compromiso moral, pero, evidentemente, no puede elegir ser Cyrano.
    Gracias por tu apunte y un beso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h...

Napoleón y el ruido

. Lo he oído de dos formas sutilmente diferentes: la música es el más bello de los ruidos, pero ruido al fin ; y, la música es el menos molesto de los ruidos … Se parecen, desde luego, pero la primera afirmación suena más física y la segunda más militar , más napoleónicamente militar . Es probable, no obstante, que el tímpano de Napoleón, acostumbrado al eco grave y sordo de la pólvora negra, estableciera tan duro contraste entre el ruido y la música con intención que se nos escapa: tal vez pretendía dignificar a aquél, antes que menospreciar a ésta. Si así fuera, yo aplaudiría la frase porque la pólvora negra estalla con la cadencia subterránea y profunda de una tragedia griega. La otra, sin embargo, la que llaman sin humo –la de nuestros días– revienta los oídos como una telenovela hortera de media tarde. Naturalmente, esto es una apreciación muy personal. Lo que es evidente es que hay vibraciones de las moléculas del aire que incomodan – ruidos – y otras que no – música –. Las prime...

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desco...

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc...

¿Legalidad o moralidad?

. . …no basta que una acción sea conforme y esté ajustada a la ley para que sea moral; no basta que una acción sea legal, para que sea moral. M. García Morente, Lecciones preliminares de filosofía Lo analizó perfectamente Kant –¡qué bien lo explica García Morente!–, una cosa es que nuestra acción se acomode al deber y otra muy distinta que lo que hacemos lo hagamos porque es nuestro deber . No es un juego de palabras. No es diletantismo filosófico. Es una definición de la distancia, la enorme distancia, que separa la mera legalidad de la moralidad convicta. Pensaba Kant que si cumplimos la norma para evitar la sanción o alcanzar el aplauso, nadie podrá objetarnos ilicitud ni incorrección en la conducta. Pero la moral es otra cosa; la moral nace de la convicción, no de la convención, amparo o consentimiento de las leyes. Coincida o no con éstas, nuestra acción debe regirse por sí misma, quererse a sí misma, aplaudirse a sí misma. Sólo eso, nada más –y nada menos– que eso, define la mor...

La insolente realidad de las preguntas

El valor de la filosofía   ha estado desde sus orígenes en las preguntas. Las respuestas son ocupación de la supervivencia; las respuestas pretenden la utilidad. Las preguntas, sin embargo, todas esas preguntas que nos atraviesan el pensamiento sin posibilidad de hallar nunca reposo para su esfuerzo; todas ésas tan denostadas, tan perseguidas, tan ninguneadas por la vanidosa razón –ilustrada primero; instrumental, después; confusamente empirista, siempre–; todas las que desde el siglo XVIII han sido desviadas, sistemáticamente, a la sección de Salud mental por la iniquidad mercenaria de los súbditos de la desesperanza, no sirven para nada; o, mejor dicho, resisten el asedio de la nada. Son, como los acantilados ante los envites del mar, una rocosa fortaleza del alma, un cerco amurallado para el hombre. Porque hablar del alma es hablar con ellas y no querer hablar de ellas es desarraigar al hombre La grandeza de la filosofía está –o estuvo– en no poder responder, en no a...