¿Es verdad la verdad, plausible la virtud, respetado el valor?… O algo más doloroso aún, para mí claro está: ¿importan a alguien preguntas como éstas?… ¿Existen influencers, youtubers, tiktokers o streamers que se hayan inquietado alguna vez por tan aburridas rayadas?
He hecho tres peguntas y no sé ciertamente qué puedo yo aportar a su repuesta. La primera es mi dolor, porque la verdad, la virtud y los valores en que he soñado vivir se han ridiculizado y escupido al cabo de mi vida. La segunda es mi tristeza porque estoy convencido de que a nadie, o a casi todos de nadie, importa ya qué sean o no sean tan aburridas inquietudes. Y la tercera… La tercera es mi desolación porque ya no pregunto por preguntas, pregunto por “rayadas”; es decir, por prescindibles dolores de cabeza que resuelven sin mayor penuria cuatrocientos miligramos de ibuprofeno.
Tal vez la verdad sea la fantasía que ennoblece un despropósito. Quizá la virtud no pase de ser la elegante hermenéutica de un desencanto. Sabe Dios si el valor alcanzará siquiera al eufemismo de una derrota. Todo es posible en los lupanares de esta estupidez que hemos dado en llamar “progresismo”, sin darnos cuenta, por cierto, de que para hablar de progreso, no basta con embarrar las grandes ideas que recibimos, hay que demostrar la limpieza de las que pretendemos. Pudrir la verdad, la virtud o el valor es fácil tarea para los proxenetas de la palabra; mala gente, diría Machado, que “va apestando la tierra”. Lo difícil, lo laborioso, lo que exige mucho más esfuerzo del que está dispuesta a invertir gente de tan poca alma es levantar un jardín nuevo sobre el solar maloliente de un pudridero.
Tal vez no pase de ser nada lo que siempre he creído. Pero era un lugar maravilloso. Ya sólo quiero morir en él. Lejos, muy lejos de este mal olor que apesta al mundo.
16 junio 2022
Dolor, tristeza y desolación ante la pérdida de la verdad, la virtud y el valor son sentimientos bien definidos ante lo que hemos perdido. Nos movíamos, es verdad, en otro mundo muy diferente a este que nos ha alcanzado al final del trayecto, pero Antonio, es importante, no perder aquello que nos hace seguir adelante y ese , se llama : esperanza.
ResponderEliminarUn beso.
Lo cierto es que Occidente, esto que llamamos Occidente, está distorsionando la memoria de sí mismo. Es ley de vida. A Occidente le pasa lo que a cualquier viejo que, perdido el norte de su ayer, no es capaz de encontrar ningún mañana.
ResponderEliminarBesos y gracias