Han pasado catorce años... O veinte... O cincuenta... O una eternidad... ¡Qué más da! La ropa limpia sigue aún tendida, inmóvil parmenídeamente, como un dios de mármol, como una fotografia a la que nunca llega el viento salvador de tanto olvido.
Me queda este consuelo, este paisaje
de señales colgando en la ventana:
ropa limpia de verbos y tristeza
tendida al sol confuso de diciembre.
Sólo eso: palabras de impotencia
tantas veces lavadas en mis lágrimas.
Que el viento las arranque y las eleve,
y arrastre su rumor a alguna parte,
a algún rincón donde el silencio pueda
recuperar del aire tanto olvido.
19 diciembre 2008
Precioso poema para terminar el.año.
ResponderEliminarEstoy segura de que el rumor de tus palabras ha llegado a muchos rincones a lo largo de todo este tiempo: catorce, veinte, cincuenta años. Palabras limpias, honestas, preciosas, a veces duras pero siempre veraces y sobre todo que han salido de tu corazón.
Un beso
Gracias por la radiografía que haces de estas palabras. Ni mucho menos hay “muchos rincones” a que puedan haber llegado. De eso estoy seguro. Tampoco puedo creer que brillen por su fundamentalidad. Pero lo que más me satisface, y que tan bien tú diagnosticas, es la veracidad que dices las acompañan. De eso sí que estoy totalmente convencido; porque la veracidad de las palabras es hija de la voluntad que las elige. De la “buena voluntad”, como Kant diría.
EliminarGracias pues. Un beso
Las palabras y los pensamientos que en ellas se encierran siempre se difunden, aunque sea de modo imperceptible. Son flechas tendidas al viento, que de un modo u otro siempre alcanzan su destino. Además, si de algo está necesitada nuestra época es de poesía. Ojalá que el año que está naciendo nos traiga un poco más de verdad, un poco más de belleza. Un saludo.
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