Milagros en quien sólo están de asiento
alta deidad y ser esclarecido…
Conde de Villamediana
Son señales oscuras, advertencias
de tierras sublevadas, de seísmos,
de infartos en el mar, de cataclismos,
de incendios, de epidemias, de dolencias
sin cuento. Son oscuras evidencias
de lejanos augurios, silogismos
que la noche razona en sus abismos
y esparce en el temor sus consecuencias.
Y no me sé guardar de su amenaza,
de ese discurso que acaricia y funde
auspicios con espectros infrarrojos.
Están ahí, su desazón me abraza,
su belleza me inquieta y me confunde...
¡Me ahogo en el presagio de tus ojos!
(12 marzo 2008)
¡Qué sorpresa! Gracias por volver y enhorabuena por los dos poemas.
ResponderEliminarP.S.: Prefiero el diseño de esta imaginaria del alma.
"Cosas, Celalba mía, he visto extrañas..."
ResponderEliminarMagnifico, Antonio.
Un abrazo.
Gracias a ti, Julio. ¡Ojalá fuese capaz de cambiar algo más que el diseño!
ResponderEliminarInfinitamente superior, por supuesto, Góngora; pero el suyo contrapone desastres a lo que le preocupa, el mío pretendía “conclusiones desatrosas” al mirar unos ojos; por eso la referencia al de Villamediana, que no las pretende, desde luego, pero es igualmente conclusivo. Me has hecho caer en la cuenta de la ambigüedad posible. Cambiaré el título para evitarla.
ResponderEliminarGracias por ello y por el "magnífico" generoso y excesivo.
Un abrazo.