Al recuerdo de Lorenzo Goñi y de aquellas ilustraciones que enamoraron mi infancia
Ya no quedan tejados con tejas de rojo apagado y triste, o pardo rojizo, oscuro, un punto brillantes en días de lluvia. Miento: no quedan o quedan apenas, sobre casitas viejas y ruinosas a veces, a punto de abandonar alzados para convertirse en solar provisional y luego en edificio de catorce plantas y mil cuatrocientos “apartamentos inteligentes”, con un 'cuarto de estar salón cocina dormitorio baño trastero plaza de garaje' convertible, en cualquiera de sus siete usos, con sólo pulsar un mando a distancia. Ya no quedan, o a mí ya no me da la vista para verlos, tejados en Madrid, como aquéllos de Goñi que hacían evidente la curvatura espacio-tiempo en las páginas del ABC de los domingos, ni gatos en centinela de altura con su atenta indiferencia por la ciudad inferior, ni chimeneas pequeñas de hojalata con capirote oscuro y humo de cocina recién encendida.
Hoy he visto gatos en el aparcamiento, gatos que han echado pie a tierra y se han vuelto decididamente subterráneos, que se han convertido en criaturas de luz de neón y en habitantes del primer, del segundo, del tercer sótano. Pobres gatos desalojados del día, sin vigilancia que atender ni rondas de amor bajo la Luna llena. En breve se harán de porcelana para que no maúllen como en el tango ese del número 348 de la Calle Corrientes.
Ni gatos, ni tejados curviamorfos, ni Goñi, ni gente que conozca por las calles… Definitivamente, la ciudad ha prescindido de mí.
Prefiero las sirenas y los unicornios, las gaviotas limpias sobre un mar limpio. Prefiero los gatos en los tejados y charlar sin reloj y andar sin prisa y pasar de los campos de golf. Pero a mi tampoco me han pedido opinión.
ResponderEliminarMe encantó - te lo dije ¿recuerdas?- "Las puertas del misterio".....y ha sido un placer leer "La ciudad hostil".
Un saludo
(Ana)
Siempre es un consuelo encontrarse con otros desterrados.
ResponderEliminarDías atrás escribí que “el lugar es un atributo del alma”, lo que resulta bastante kantiano y nada aristotélico. Esas fantasmagorías que llamamos “ciudades” no son más que celdas de negocio, mazmorras de ocio y postales de turismo, que no es sino una mezcla confusa del ocio con el negocio. De vivir, humanamente, nada.
Muchas gracias, Ana, por tus visitas y tus consideraciones.
En demasiadas ocasiones las palabras hostil y ciudad, urbano y árido, formal en pareja una demoledora tautología.
ResponderEliminarEl desasosiego.
Tus fotos, amigo Fran, saben muchísimo de esto.
ResponderEliminarUn abrazo.