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Acerca de nosotros saben más los libros que hemos leído que todas las soledades que nos hemos contado.
Con el tiempo, los libros nos arruinan los ojos… Y se enteran, con el tiempo, de nuestras almas. Son pequeños cofres para guardar la vida y proteger nuestras humanas y modestas verdades, que no tienen que ver, exactamente, con lo que luego hacemos y después nos pasa. La alcancía de la memoria auténtica está llena de dioses que cosechamos en palabras ajenas. La grandeza de un libro está en la mirada suya, que nos conoce, que sabe de nosotros tanto, que sólo nos lo puede contar a nosotros. Abrir un libro nuevo es voluntad de alzarse; abrir un libro añejo, ya leído, es deseo de saberse. Por eso, con los años, uno tiende a releer con más frecuencia viejos libros; porque entonces, cuando todo está ya casi hecho, sólo queremos saber si estuvo bien el tiempo, si mereció la pena el tiempo. Si fue verdad la vida...
Si la verdad... fue un libro.
Con el tiempo, los libros nos arruinan los ojos… Y se enteran, con el tiempo, de nuestras almas. Son pequeños cofres para guardar la vida y proteger nuestras humanas y modestas verdades, que no tienen que ver, exactamente, con lo que luego hacemos y después nos pasa. La alcancía de la memoria auténtica está llena de dioses que cosechamos en palabras ajenas. La grandeza de un libro está en la mirada suya, que nos conoce, que sabe de nosotros tanto, que sólo nos lo puede contar a nosotros. Abrir un libro nuevo es voluntad de alzarse; abrir un libro añejo, ya leído, es deseo de saberse. Por eso, con los años, uno tiende a releer con más frecuencia viejos libros; porque entonces, cuando todo está ya casi hecho, sólo queremos saber si estuvo bien el tiempo, si mereció la pena el tiempo. Si fue verdad la vida...
Si la verdad... fue un libro.
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Pues debo estar volviéndome viejo porque ya estoy empezando a releer lo ya leído, y disculpa la obviedad.
ResponderEliminarInteligente y hermosa reflexión la tuya. Como siempre.
Un abrazo
No te preocupes, Tato: a veces, sólo se relee para repasar. ¡Caprichos de la melancolía!
ResponderEliminarMuchas gracias, como siempre.
Un fuerte abrazo.
Qué maravillosa forma de darle la vuelta a las cosas, para que sean como deben ser y sólo algunos son capaces de ver.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo Antonio.
Supongo que son los libros, sólo ellos,lo que conocen nuestra mirada cuando se deslizan por sus letras. Cada mirada es única a pesar de que las letras son las mismas.
ResponderEliminarYo ya releo... Cuando releo me vuelvo a situar en el pasado. E interpreto parecido, pero no idéntico. Las letras tienen más contenido o interpretaciones más amplias. ¿Será porque llevo ya bastante vivido?
Otras veces sucede que proyectaste mundos interiores en esas letras. Y relees y caes en que los proyectos han salido por peteneras. Realmente qué poco hay seguro. Y a veces te lo cuentan esos libros de siempre.
Muchas gracias por la entrada, Antonio. Muy buena, como siempre. Y , como siempre, te quedas pensando...
No sé, Juan Antonio, si yo lo haré o no, pero, desde luego, la parte más interesante, más real, de las cosas está en el revés de su fachada.
ResponderEliminarMuchas gracias, colega, por tus palabras. Un abrazo
Me pregunto:¿como escribir de forma que quede grabada en la memoria de los lectores lo que decimos, tal como expone Antonio en su post?
ResponderEliminarHe aquí mi opinión:
El escritor que escribe sinceramente y a conciencia, por tanto no hablo de cualquier novelista barato, rebusca en su propia memoria aquellos atisbos de verdad, bondad y belleza, que como un rayo de luz viva ha tenido la fortuna de contemplar de cerca.
Puede contrastarlos con algunas sombras oscuras para hacer resplandecer más la claridad, como se hace en pintura con el claroscuro.
Mezcla sabiamente los ingredientes y hace posible una lectura a todos los niveles, sin menoscabo de la totalidad del mensaje que intenta transmitir. Añade además como un regalo a los lectores, algunos de los efectos que estos destellos que conoció le han brindado en la trayectoria de su vida o en la de otros.
Podria ser un ensayo, poesia, narración corta o larga, artículos de opinión, biografia etc.
Esas lecturas son muy positivas y potencian la creatividad de los lectores, casi siempre, y son las que ganan todavia en calidad cuando las releemos al cabo de unos años.
Esta es la reflexión me ha sugerido el post, que con frases tan sugerentes como la que dice que es el libro el que nos conoce a nivel personal, que sabe tanto de nosotros..
Ese libro, viejo conocido, es como la piedra de toque de nuestra propia trayectoria, es el tesoro que como la cosecha de la que hablas, ya forma parte de nosotros en la "alcancia de la memoria".
Tu escribes así, potenciando la creatividad de los demás, por eso estamos todos por aquí contigo tan a gusto! Gracias.
Quedaron muy lejanos esos tiempos, antes que se inventara la imprenta, que era sumamente costoso por su valor adquirir una obra importante,por cuya causa sólo se prestaban los libros con muchas garantías de seguridad.
ResponderEliminarCuando me enteré que muchos libros se tiran pasado un tiempo,y dicen que están descatalogados, sufrí una gran decepcción.
Un beso impreso.
Hay libros que para mí son personajes de mi vida. Los he llevado conmigo alguna época entera ,casi como compañía, para abrirlos en cualquier momento. He leído muchos, pero ésos han sido pocos. Siempre estoy dispueta a que haya más; pero es difícil, es algo inexplicable por qué algunas palabras son exactamente las que queremos leer y son de otro.
ResponderEliminarHace unos años creí que seguramente no iba a pasarme nunca más, pero no, volvió a ocurrir:-)
Es precioso entregarse a la lectura de esos libros, si por fortuna los encuentras.
Un beso, Antonio.
Me ha encantado esta entrada.
En efecto, Sunsi, los libros son como el azogue de un espejo que nos devuelve a cada uno la propia imagen. Aunque también los hay como aquéllos tan madrileños del Callejón del Gato (que ya no existen, por cierto) y donde Max Estrella descubrió el “esperpento”: hay libros que tienen un conocimiento deforme de nosotros.
ResponderEliminarY, por supuesto, las “muchas gracias” a ti.
Un saludo.
Sí, Montse; la cuestión es que los libros que hemos leído nos sacan del mármol como aseguraba Miguel Ángel que hacía él con las formas de sus esculturas. Pero, claro, eso era posible porque él las descubría previamente.
ResponderEliminarGracias por tu generoso interés.
Un saludo.
Bueno, eso es ley de vida, Veridiana: al cabo, todo tiene que pasar por ese trance. También nosotros. La “descatalogación” y desaparición de las estanterías del ser es un problema existencial.
ResponderEliminarUn beso heideggeriano.
Sin duda son personajes de tu vida, Olga, porque tú lo eres de la de ellos. Y es cierto que no son todos los libros así de imprescindibles: los hay, como digo más arriba, tipo “Callejón del Gato”, donde ni “los héroes clásicos” son capaces de reconocerse.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, y tantísimo que me alegro de que te haya gustado.
Un beso.
No hay problema...hice un pacto,como Dorian Gray, y viviré eternamente.
ResponderEliminarUn beso Nietzscheriano, bueno dos, que estoy contenta.
Las diosas sois inmortales; puedes romper el pacto.
ResponderEliminarArmarios de la edad, libros y amigos,
ResponderEliminarque no se acaban nunca de cerrar
y esconden, al abrigo del azar,
los años y la soledad. Testigos,
libros y amigos, de obras y de días.
Nocturna centinela de un hogar
que ya no va a volver, y en su lugar
inventan vacilantes geografías.
Volvemos a sus páginas abiertas
en busca de un abrazo que recuerde
cuando las horas gastan su color.
Y están, liros y amigos, a las puertas
del mundo a donde va lo que se pierde,
rescatando fragmentos del amor.
Rafa
Gran soneto, Rafa. Se te echaba de menos por estos pagos. Insisto en que deberías abrir un blog. Además, saldrías al aire con unos cuantos admiradores -entre los que me cuento- garantizados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Antonio. Yo también he echado de menos tu imaginaria, aunque un par de semanitas de vacaciones (ventajas de la Pascua ortodoxa), no vienen nada mal.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del blog, ya ves cuán torpe internauta soy, que ni lo del nombre/url este sabía. En cualquier caso, siempre prefiero estar al cobijo de una buena sombra -como la que tú ofreces-, "patulae recubans sub tegmine fagi".
Amigo mío, diga Virgilio lo que diga, no se halla sombra de haya suficiente para que haya de cobijarse en ella tan experto canto.
ResponderEliminarBienvenido a la "identidad", Don Rafael, si algún día te decides, verás que basta con entrar en esta dirección: http://blogspot.es, registrarse y seguir las indicaciones.
Un abrazo.
Cuando volvemos a releer...
ResponderEliminar... un amigo se nos acerca.
Yo también me debo de estar volviendo vieja... me gusta ver de nuevo la vida en palabras ya conocidas.
Estupendo post.
Gracias.
Muchas gracias, Ana, por tu visita y tu valoración. Pero conste que, según una antigua ley lógica, en el condicional la afirmación del consecuente no concluye nada sobre el antecedente. Lo que yo vengo a decir es que "si uno envejece, tiende a releer": afirmar lo último, nada garantiza, lógicamente, sobre lo primero.
ResponderEliminarUn saludo
A mi me gustan todos los libros, casi todos, vamos.
ResponderEliminarCuando los releo es cuando aún más aprendo, alomejor una palabra, una frase, un texto....; ! Quién sabe !, todo lo que puede decir un libro y todo lo que yo soy, deduzco y siento.
Es una simbiosis, si no leo, no escribo; necesito alimentarme de ellos para poder traducirlos a mis escritos. Siempre junto a mi imagincación, a mis fantasias y mi pequeño mundo interior.
Un blog excelente, saludos.
Muchas gracias por tu amable visita, L.N.J.
ResponderEliminarDices bien que es un vivir simbiótico este vivir del hombre con los libros. En realidad son un “yo” enajenado sobre el que se levanta el “yo” nuestro, que a su vez se enajena, que a su vez se expande. Somos una red de palabras innumerables.
Un saludo.