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…vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
Quieren ser quienes nunca podrían.
Ponen la misma tilde oscura entre los árboles
en cada atardecer, disimulando
su tarea imposible, su no culpable farsa.
Cantan igual que cantaban aquéllos
que no volveré a oír ninguna tarde.
Quieren ser los de siempre.
Pero su voz no viene con mis nombres,
que andan huérfanos ya, rodando el mundo,
preguntándome a quién se referían,
qué alegría anunciaban o en qué beso
podían refugiarse cuando amaban.
¡Nombres sin qué nombrar, cobijo del silencio
que me ha crecido tanto y tan de pronto!
No son ellos... No son los que podrían
recitar la gramática del alma,
recuperar los signos que escribieron
la página que no los reconoce.
Los oigo. Sé que tienen
la razón de la vida... Mis razones
son cosa que cantaron otros mirlos.
23 abril 2010
…vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
Quieren ser quienes nunca podrían.
Ponen la misma tilde oscura entre los árboles
en cada atardecer, disimulando
su tarea imposible, su no culpable farsa.
Cantan igual que cantaban aquéllos
que no volveré a oír ninguna tarde.
Quieren ser los de siempre.
Pero su voz no viene con mis nombres,
que andan huérfanos ya, rodando el mundo,
preguntándome a quién se referían,
qué alegría anunciaban o en qué beso
podían refugiarse cuando amaban.
¡Nombres sin qué nombrar, cobijo del silencio
que me ha crecido tanto y tan de pronto!
No son ellos... No son los que podrían
recitar la gramática del alma,
recuperar los signos que escribieron
la página que no los reconoce.
Los oigo. Sé que tienen
la razón de la vida... Mis razones
son cosa que cantaron otros mirlos.
23 abril 2010
Esos otros mirlos son los novios de las golondrinas becquerianas, "aquellas que aprendieron nuestros nombres" y que tampoco vuelven, ésas no, aunque regresen otras.
ResponderEliminarPor los árboles, como por las calles e incluso en el espejo , te encuentras sonidos y personas y tiempos y verbos que jamás sustituirán a otras, pero es cierto, "tienen la razón de la vida".
Un beso y feliz día del libro.
Gracias, Olga, pero los mirlos no vuelven porque son residentes, los urbanos al menos; simplemente se suceden. Por eso, como resaltas, tienen la razón de la vida, una razón indiferente a las razones con que escribimos la nuestra y que poco a poco va llenando de vanos sus argumentos.
ResponderEliminarUn beso y, también, un feliz día cervantino.
Ay! estoy fascinada...por el descubrimiento de un nido( con sus huevitos) de un mirlo en el jardín de mi madre.
ResponderEliminarUn beso melodioso
Es comprensible, Veridiana: así es la vida de verdad. La nuestra, sin embargo, no pasa de ser una mala digestión del mundo, un empacho de nonadas, una arcada de vanidad tonta...
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Un beso sin vanidades.
Hola, Antonio. Supongo que cada cual interpreta según le va... A mí tu poema me va como anillo al dedo.
ResponderEliminarMe hago mayor y ya no los oigo. Son otros que hablan a otros. Dicen nombres que no reconozco. Como esos mirlos... Debería deshacer páginas de historia ... y tampoco.
Precioso poema. Excesivamente nostálgico para poderlo engullir de un solo trago.
Dejo el comentario pero volveré a escucharlo.
Gracias, Antonio. Y un saludo afectuoso dsde el Mediterráneo
Desde luego la intención al escribirlo era ésa que dices, Sunsi, y te agradezco las siempre cariñosas palabras con que lo compartes. Sólo hablo de cosas comunes, sin pretensión mayor; como que nos morimos, antes de morir, al descubrir que nuestras señales ya no apuntan a nadie.
ResponderEliminarGracias y un cordial saludo.
P.D.: Me parece una exageración eso de que te estás haciendo mayor.
En primer lugar, Tatiana, gracias por tu visita y por ese “genial” que dedicas a mis literarias andropausias. Reconforta pensar que no anda uno tan lejos de quienes, por ley de vida y tiempos, naturalmente se halla (sin duda, tengo que hacer un severo examen de conciencia sobre las causas de mis desavenencias con el mundo).
ResponderEliminarCon lo dicho va, por supuesto, mi “innecesario” consentimiento a lo que dices en tu amable comentario: parafraseando a Nietzsche, mis “ladridos” son “…para todos y para nadie.”
Un saludo.