.
La última pesadilla que tenemos en la vida ocurre en los espejos. Nos miramos en ellos y sólo vemos a un payaso vestido de relojes. Grandes, pequeños, enormes, insignificantes; de mentira o verdad; de cartón o de plata ennegrecida; con óxidos remotos, con irrecuperables brillos… Nos miramos y no nos hace gracia ese payaso; o nos da un latigazo de melancolía su barroca indumentaria. Es una pesadilla común y recurrente. Pisa uno la luz, aborda el escenario, se abre paso la palabra… Y en un momento de distracción –o de anónima sabiduría– se mira al público. Pero ya no hay público, ya sólo hay un espejo. Y en el espejo, un payaso. Y sobre el payaso una giubba de grandes relojes, de relojes insignificantes…
Ríe, payaso. Ríete de ti, naturalmente. Regálate el aplauso de tu propia mirada: si el niño debe llorar para empezar a vivir, lo justo es que, para empezar la muerte, te suceda una sonrisa.
.
Ríe, payaso. Ríete de ti, naturalmente. Regálate el aplauso de tu propia mirada: si el niño debe llorar para empezar a vivir, lo justo es que, para empezar la muerte, te suceda una sonrisa.
Espléndido.
ResponderEliminarGracias, Hlyr.
ResponderEliminar¡Ah,qué triste!
ResponderEliminarGenial Fleta.
Lo interesante es que nuestra alma no se seque,como la imagen que nos proyecta el espejo,a través de los años.
Yo,sin problemas,ya hice pacto fáustico.
Un beso hechizado
Mi temida Circe, ¿un pacto…? ¡Para qué!: las diosas no necesitan pactar nada; eso sólo nos preocupa a los mortales.
ResponderEliminarEn cuanto al beso, me habéis hecho polvo la réplica. Vos teníais que haber dicho “un beso hechicero”, como corresponde a vuestras artes; y yo, habría quedado como un señor respondiendo, “un beso hechizado”, que se acomoda mejor a mi natural. Ahora no sé qué decir.
En fin, un beso… agradecido.
jajaja...
ResponderEliminar¡Ay,Antonio!yo si que estoy hecha polvo,desde mi vuelta de Haití...-que me quedo pensando........................ - en vez de mirarnos al espejo,será mejor atravesarlo, como Alicia, y "difrutar" contra las reglas del juego establecidas.
Sé feliz lo que queda de domingo.
Naturalmente, no hay que quedarse mirando al espejo, Veridiana. El espejo es una realidad que está ahí y con la que a veces nos cruzamos. No hay que detenerse. En realidad, no es posible; aunque me gusta esa propuesta de entrar en él, que a mí, más que a Lewis Carroll, me ha sonado a Sócrates.
ResponderEliminarGracias de nuevo, esta vez porque has empezado riéndote, que es de lo que en el fondo se trata.
Demos la espalda a los espejos. El más engañoso de todos lo tenemos en nuestro interior, lo llamamos yo mismo. Detrás de ese espejo, de ese espejo de espejos, embustero, tramposo y carcelario, hay un universo entero, donde el tiempo no existe, donde podemos volver al origen, donde somos, de nuevo, gota de agua en el océano.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Muchas gracias, J.M.F.R., por tu visita y su certera mirada; pero a la gota, a esa pequeña salpicadura del mar en una playa, me parece muy improbable que le convenza el anónimo destino de volverse a ignorar en el océano. Mejor aún, prefiero creer que tiene la ocasión de reírse de sí misma; por lo menos la ocasión de la ironía, el soberbio momento de una carcajada sin felicidad… un poco antes de que ya no sea posible.
ResponderEliminarGracias de nuevo, y un saludo cordial.