En el sistema operativo del alma, hay también una papelera de reciclaje. No es como la de Windows porque está oculta, pero cumple el mismo cometido. Lo que ocurre es que la gente no lo sabe. Por eso, cuando se quiere borrar un archivo doloroso, una impronta de tristeza, acudimos al explorador de la vigilia y seleccionamos la opción “eliminar”. Pero aquí no hay aviso, aquí no se pide ninguna confirmación de envío a ninguna parte. Simplemente desaparece; y creemos que así ha ocurrido porque volvemos a sonreír y a gastar bromas y a hacer planes más o menos ilusionados. Qué ingenuidad: todo sigue allí, en esa papelera escondida, como un montón de folios arruinados en su aparente olvido. A veces, cuando circula el viento de los sueños, se levanta uno de estos folios hasta nuestra mirada. Y leemos su arrugada y confusa escritura con la misma lágrima o con igual deseo que si estuviéramos despiertos. Existen especialistas informático-anímicos capaces de borrar esta papelera de reciclaje. P...