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Mostrando entradas de 2022

Ropa limpia

Han pasado catorce años... O veinte... O cincuenta... O una eternidad... ¡Qué más da! La ropa limpia sigue aún tendida, inmóvil parmenídeamente, como un dios de mármol, como una fotografia a la que nunca llega el viento salvador de tanto olvido. Me queda este consuelo, este paisaje de señales colgando en la ventana: ropa limpia de verbos y tristeza tendida al sol confuso de diciembre. Sólo eso: palabras de impotencia tantas veces lavadas en mis lágrimas. Que el viento las arranque y las eleve, y arrastre su rumor a alguna parte, a algún rincón donde el silencio pueda recuperar del aire tanto olvido. 19 diciembre 2008

Nada nuevo

  Asfixia el mundo, este mundo que se construye desde el juicio acelerado; tan acelerado, que se adelanta a sí mismo, que deja de ser juicio para ser prejuicio; ortodoxamente, “pre-juicio”, algo que volcamos sobre los demás sin darles ocasión de nada, sin saber realmente nada de lo que pasa o les pasa, guiándonos de tres o cuatro señales mal leídas y peor interpretadas, dando crédito al ruido para invertirlo en mensaje, convirtiendo nuestra fantasía en injuria y condena… Por eso he perdido las ganas de escribir. Últimamente ando en tratos dolorosos –y reales– con los años. Con los muchos, por el duelo de ver los escombros de su ruina; con los pocos, por la pena de saber la inanidad de su proyecto; con los medios, por su errático andar tras la opinión de más aplauso… Con los míos, por la inmensa lejanía de mi mismo. No tengo ganas de escribir porque cada día tiene el día menos ganas de serlo , porque todo lo que habrá de establecerse al cabo de vivir puede que sea para nada ; porque...

Ogigia

* Ogigia, ese nombre de tan inc ómoda articulación , es la isla de Calipso, la ninfa que pretendi ó borrar la memoria de Odiseo y que le ofreció la inmortalidad para que permaneciera junto a ella. Pero, como todos sabemos, el héroe griego prefiri ó ser mortal a cambio de volver a su patria y a Penélope. Odiseo es un hombre de é sos que, por encima de todo, s ólo quieren recobrar la vida que han vivido, el amor que han amado. El poema, como indica la fecha, apareci ó ya en  esta Imaginaria. ¿ P or qué lo hago reflotar ahora? No lo sé. Los años juegan con nuestra memoria como el niño a que se refiere Nietzsche al final de las tres metamorfosis del discurso de Zaratustra; ese niño que “es inocente y olvida; una primavera y un juego, una rueda que gira sobre sí misma, un primer movimiento, una santa afirmación.” G iro, pues, sobre mi propia y, naturalmente,  prescindible memoria. Estos días que vienen de otros días enredados en noches engañosas… Estos días que invaden sin ...

Las necesidades del hombre

          La ciencia, para sobrevivir;           el amor, para permanecer;           la poesía, para no morir;           la ficción, para distraer;           las noches, para despertar;           la filosofía, para crecer;           el arte, para soñar;           la moral, para vencer           la pereza de existir…           Y Dios –perdón por la divergencia–           tan sólo... para vivir. 19 febrero 2008 Nueve necesidades para merecer un destino, ése que encierra –o debería encerrar– el proyecto ontológico de nuestra especie.

Del caballero, la muerte y el diablo

  Este texto duerme en los subterráneos de lo que ahora escribo; al cabo, tal es el destino de las palabras de un blog. Son como la vida: una fugaz estancia en los signos y el sonido, y un interminable descanso en el olvido y el silencio. Yo, a veces, las devuelvo al aire para que respiren de nuevo y sueñen su resurrección. No es mal día --ni mal mes-- éste para las que aquí recupero. Entra un sol de atardecer cercano por la ventana izquierda del despacho. Me lo devuelve el suelo, brillante, recién fregado, al dolor de los ojos. Me inquieta la mirada. No sé por qué me viene a la memoria “El caballero, la muerte y el diablo”. No veo relación alguna entre este vacío, cotidiano y ahora luminoso, y el grabado de Durero. También me viene Sciascia, también esa pequeña historia y terminal maravilla suya: “El caballero y la muerte”. Es un rebote, como el de la luz hiriente, del sol al suelo, del suelo a mi daño. Ese “Vice”, no “Jefe”, sino “Vice”, fumador irreversible y con cáncer irremedi...

La mercancía inquietante

  A veces es preciso detenerse. Bajar de la cabina. Acercarse al remolque. Visar que el sol no enfada la nitroglicerina, comprobar si mantiene la temperatura idónea… Luego se debe examinar la vía; precisar si hay badenes peligrosos o curvas sorprendentes; o rectas de intenciones imprevistas; o brújulas confusas o traiciones del mapa… Todo esto lo sé por las películas; ésas con tipo duro y desastrado, – rostro firme y sudoroso; barba de dos, de tres, de cuatro días– que viaja en un camión polvoriento y grisáceo cargado de explosivos a no se sabe dónde. Yo llevo unas setenta botellitas – algo más según consta en el último recuento– de un líquido mortal camino de un enigma. Las robé de año en año con la astucia de un héroe medio tonto y de inútil osadía. Pero, a veces, me canso y me detengo. Y examino la carga... Y no sé por qué lo hago… Será por las películas. Cualquier día de éstos me aburro del empeño de ir a no sé dónde embotellando la vida en pequeños frasqui...

Leyendo a Ovidio

                (*)   . ..veo las hordas de los Escitas, las turbas con bragas de los Getas, y así, lo que veo y lo que no veo contribuye por igual a mi suplicio. La única esperanza que me consuela en tanto extremo, es que la muerte abreviará la duración de mis tormentos. (Tristes VI, Ovidio) En mi patria final, mi Ponto Euxino, cada hora, de mí tan desterrado, prefiriendo la muerte a este destino de ayer sin hoy, de ahora sin pasado. Deletreo la tarde… Es tan tarde que nada sueño en Roma que me importe. Cada día, la urbe es más cobarde; cada hora , su norte es menos norte... En mi tiempo final, leyendo a Ovidio me aturde la tristeza y me consuela el verso que perfuma su fastidio y enmarca la esperanza en una esquela... En mi tierra sin luz ni Ponto Euxino, sin urbe ni retorno... S in destino. 7 de mayo de 2022 (*)   Ion Theodorescu-Sion Ovidiu în exil

Ser hombre

  Aunque parezca mentira a estas alturas de la Humanidad en que estamos, es asunto de capital importancia determinar, definir, promocionar y etiquetar que “es”, primero, y que “debe ser”, después, el “hombre” (léase en este caso como varón y no como especie). La tipología al respecto establece dos categorías fundamentales: los “machitos”, por sí mismos considerados "machos" o "machotes"; y los “blandengues”, que asisten a cursillos para superar su sentimiento de culpa porque son pecadores de un machismo original que heredaron del principio de la especie. A mí, la verdad, todo esto me parece una tontería. Yo sé, como casi todo el mundo, que hay hombres en exceso cercanos al babuino, a los que sería pertinente soltar en la selva más cercana; también sé que hay otros, más amables y expertos, que, sin necesidad de desconocer lo que es un “fuera de juego”, hacen, y saben cómo hacer, las cosas debidas en la casa. Sé que hay hombres mezquinos y mujeres iguales. Sé que hay...

Payasos

Retrocedo por un momento. Estoy aquí, en Coslada, Madrid , como acostumbro. Hoy es martes 12 de febrero de 2008. Por la mañana he ido al instituto. He hablado de Kant, para todos y para nadie , que diría Nietzsche. Al atardecer, me he puesto a escribir estas notas sobre un sueño, sobre una pesadilla que he tenido esta noche: "Siempre he creído que los sueños no son un supermercado de diagnósticos, como decía el Psicoanálisis, sino un confesionario de sinceridades; ese momento y lugar en que uno se dice a uno lo que piensa de sí mismo. Y lo hace descaradamente, sin eufemismos ni medias tintas, tan de frente que la mayoría de las veces ni lo queremos entender. Anoche escuché uno de esos altavoces de la autenticidad mientras dormía. Un sueño extraño, como casi todos los sueños, que en realidad son una clase de células anarquistas que operan en el alma. Estaba yo en un confuso teatro donde vibraba la portentosa voz de un tenor cantando 'Pagliacci'. Más en concreto, esa celebra...

El silencio de las madreselvas

  De joven paseaba por placer; de viejo, por prescripción facultativa. De joven me acompañaban los sueños y sus mentiras; de viejo, las mentiras en que acaban todas las verdades. Porque la vida es así: el cuento de una grandeza que te cierra los ojos un desencanto. Paseaba esta mañana --por prescripción facultativa naturalmente-- sin compañía de sueños ni de mentiras o verdades. Paseaba regalando los ojos con cosas sin importancia, que es como se pasea cuando nos damos cuenta de la cercana caducidad de nuestra mirada. Y pensaba en las cosas sin ella. Un empeño kantiano, naturalmente, porque el mundo sin nuestras almas sólo es posible pensarlo. Tal vez con melancolía; tal vez con nostalgia. Presumir el mundo después de nuestro último viaje, del viaje definitivo… Y entonces me acordé de Juan Ramón: … Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta ...

Demodé

  En Coslada, Madrid, por los rincones de una noche de agosto en luna nueva, bajo la oscuridad y a trompicones paseo un corazón que no se lleva. Un corazón vulgar, una tontada al cabo prescindible y compartida: el común equipaje hacia la nada que factura los restos de la vida. Como a un perro que ladra y nunca muerde paseo una pasi ón que no se lleva; su verso es sólo un ruido que se pierde en la noche de agosto y luna nueva. En Coslada, Madrid, donde he vivido con un verbo disuelto en su latido. Coslada 28 agosto 2022

La memoria: del rosa al amarillo

  He leído últimamente varios artículos sobre el deterioro de la memoria en personas mayores y me ha llamado la atención una generalizada coincidencia entre los especialistas sobre las aconsejables prácticas que impiden o retrasan aquél. Yo lo resumiría  señalando que el olvido parece ser hijo de la dejadez. Lo que, en realidad,  podría decirse igualmente de casi todos los achaques de la edad. El caso es que la mejor forma de combatir la desmemoria es, según los expertos, cultivar la memoria. Recomiendan, incluso, hacer ordenados ejercicios con ella: recordar fechas de acontecimientos históricos, recordar los números de teléfono de familiares y amigos, abandonar la dependencia de los móviles u ordenadores… Aprender, vamos, como siempre. Porque lo cierto es que tanto aparato en nuestra circunstancia tiene ese lado oscuro que es el adocenamiento de nuestra actividad intelectual. Se insiste mucho en que para mantenerse ágil hay que hacer ejercicio físico; pues lo mismo, para...

El niño y el Minotauro

Son unos cantos de soleá  un tanto atípicos. Se asemejan por la forma pero poco tienen que ver con lo que decir suelen aquéllos. Los he recuperado porque "me" echaba de menos. Y en este sentido sí; sí que merecen llamarse soleares.  Porque lo son: del niño y del monstruo. A veces cierro los ojos para que no me distraigan de la verdad unos y otros. Y me pasa de puntillas un niño que está jugando con Dios a las cuatro esquinas; un niño que es el que nunca anduvo en los calendarios o se perdió en sus preguntas. A veces me ocurre un niño… Otras, una criatura licenciada en laberintos. En los pasillos del alma, se cruzan en ocasiones sus dos soledades blancas; sus dos miradas sin norte, sin luz, sin tierra, sin mundo, sin renglón en los relojes…  Frente a frente en los pasillos del alma, a veces se cruzan un sueño y un sinsentido. Entonces, el niño aprende melancolías de un monstruo en el aula de la muerte. Y el niño se pone serio; y ya no quiere jugar a las esquinas...

Animales temporales y pedagogía oscura

A Gonzalo, a Irene, a Héctor; algún día lo entenderéis   Somos --perdón, éramos-- animales temporales, los únicos animales temporales de la evolución biológica. Todos los seres vivos sostienen su naturaleza en una balsa de supervivencia acrónica. Por eso carecen de historia. Nosotros, sin embargo, somos los habitantes de la temporalidad. De tiempo se hacen nuestro renglones; de tiempo, nuestros párrafos; de tiempo nuestras amarguras y nuestras alegrías, de tiempo nuestros entusiasmos y nuestros desengaños. Somos narración, discurso, flujo forjado de consciencia y racionalidad; un lujo que la transformación infatigable del cosmos concedió a nuestra naturaleza para que él mismo pudiera entenderse y no sucumbiera a la ansiedad de su ciega inquietud. Somos –perdón, éramos-- los terapeutas del caos, los encargados de orgnizar los días y las noches, los inviernos y los veranos, los ayeres y los futuros. Porque el tiempo es cronología, porque la cronología es orden, porque el orden es –pe...