Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2008

Examen de conciencia

. Me dan lo mismo los análisis políticos, las disecciones ideológicas o la anatomía de las creencias. Me dan exactamente igual las culturas tras sus palabras o las civilizaciones bajo sus silogismos. Me importa un bledo el rigor erudito de las fortalezas en que quiere refugiarse la justicia, la cuota miserable de mentirosas ecuaciones que enarbola exponentes de equidades perdidas. Cuando veo la foto de un niño muerto en Gaza hace unas pocas horas, cuando leo que en el Congo se asesinó a 150 personas en un templo durante un concierto de Navidad, cuando repaso la delirante crónica “habitual” de esa bestialidad que con patético e incomprensible “eufemismo” han decidido llamar “violencia de género”, cuando un pretendido intelectual de mierda intenta poner zancadillas a la inteligencia para que el tiro en la nuca de un mafioso parezca la bandera de una idea… Cuando la vida humana no vale nada, los argumentos valen aún menos. Cuando la persona pasa a ser renglón intercambiable por razones,

Segunda parte. Ahora que hablamos de la felicidad…

. Para Francisco (y perdón por el retraso en el “combate”: he estado fuera de casa todo el sábado) Cometí un error el otro día: antes de ponerse uno a hablar de algo, lo primero que debe hacer es acotar los términos que piensa emplear; sobre todo si esos términos se acompañan de una confusa polisemia. La felicidad es un concepto escurridizo que anda lastrado por otros en apariencia afines. Aristóteles lo sabía y empezó su Ética a Nicómaco desautorizando los sentidos espurios con que el vulgo se refiere a ella. Pero claro, él era un sabio y yo no. La felicidad es un mecanismo de supervivencia humana como lo es la satisfacción para la supervivencia animal. Para salir adelante, para no regresar al laxo estado mineral, el ser vivo necesita enterarse de que está haciendo lo adecuado para seguir vivo. A esa noticia sobre la idoneidad de su conducta es a lo que llamo satisfacción o saciedad –o bienestar orgánico–. Cuando se da ésta, el animal sabe que puede poner a descansar la maquinaria

Ahora que hablamos de la felicidad...

. La felicidad no es un anticiclón de días luminosos que nos viene a la vida merecidamente. La felicidad, como todo lo que al hombre se refiere, es un esfuerzo, un empeño tenaz porque madure. La felicidad es oficio de horticultores y campesinos del alma, de gente que toma la tierra que tiene y la limpia y la abona; y la siembra y la riega; y protesta por el pedrisco o la helada del suceso adverso, pero sigue mimando el haza que esforzadamente ha arado y la semilla que dejó en su entraña. Cuando es posible el territorio (lo que no siempre ocurre: hay demasiada gente en el mundo que no tiene tiempo para pensar si es feliz porque lo único que se le permite desear es ver amanecer el día siguiente), cuando tenemos la suerte de disponer de su posibilidad, hay que cuidarla a pesar de la corte inevitable de sus variopintas infelicidades. Y esto es lo que no queremos; esto, lo que rechazamos de plano: deseamos una felicidad sin concesiones al disgusto o la contrariedad, pretendemos el día lumin

El viejecito (bis)

. La esencia de las tradiciones está en la reiteración. La tradición se repite porque recupera algo que no sabemos muy bien qué es, pero nos invade de una necesidad. Por eso voy a repetirme. Lo colgué de un “atardecer” hará cosa de un año y he querido volver a hacerlo hoy porque el sábado, a la 1:45 P.M., subió de nuevo a su puente y se puso a no andar hacia donde sí quisiera. Podéis pasar de largo si ya entonces lo leísteis. En cualquier caso, Feliz Navidad. . Creo que tiene 87 años. Ha sido testigo mudo de la Dictadura de Primo de Rivera, de la caída de la Monarquía, de la proclamación de la República, de la Guerra Civil, del franquismo, de la Democracia… Tiene nariz aguileña, ojos grandes y tristes, barba y pelo blancos. Viste un traje negro con chaquetilla corta, como de charro salmantino. Anda encorvado y despacio, con los brazos hacia delante para compensar una carga de leña que lleva a la espalda, una carga de piedad que lleva llevando todos esos años a un portal que sólo advier

Ropa tendida

. . Me queda este consuelo, este paisaje de señales colgando en la ventana, ropa limpia de verbos y tristeza tendida al sol confuso de diciembre. Sólo eso: palabras de impotencia tantas veces lavadas en mis lágrimas. Que el viento las arranque y las eleve, y arrastre su rumor a alguna parte, a algún rincón donde el silencio pueda recuperar del aire tanto olvido. (19 diciembre 2008)

Animal de compañía

. Después de todo, le tomé cariño. No responde a una raza definida, es cierto. Tiene algo de golfo –en el buen sentido de la golfería, que es el de vagabundear sin norte ni encomienda–. Pero quiere ser amable y próximo; tan próximo, que a veces se me pone ñoño, casi gatuno. Da vueltas a mi mesa, se detiene, no quiere distraerme y, sin embargo, lo consigue. Se aleja, se aproxima. Luego parece que se cansa de mi vano empeño de ignorarlo... Y se tumba a mis pies y no hace nada; recoge la mirada debajo de los párpados y se queda dormido. Pero no siempre es tan fácil: también me ha hecho destrozos, también ha mordisqueado algunas de los rincones que más quiero. Me duelen esos gestos de intratable rebeldía, ese afán de romper los equilibrios agónicos de mis precarios paisajes. Hace tiempo, lo sacaba a la calle después de que la tarde dejará de serlo. Hasta que empezaron a agobiarlo sus estrechas avenidas. Cada vez salíamos con menos ganas, como si hiciera frío aunque fuera primavera. Y decid

Noche oscura

. A Juan de Yepes (en el mundo, se entiende), con mi devota admiración En una noche oscura, con ansias en amores inflamada… S. Juan de la Cruz Ha dejado la noche la estatura de su alta oscuridad, de su distancia, de ese herir la paciente vigilancia del alma a que enamora su locura. Ha dejado de ser la noche oscura la escasez que soñaba su abundancia: un racimo de amor, una fragancia de jardines, de rosas, de blancura. Hiede el centro del hombre envanecido a barrios luminosos, a basura… Tras la noche no hay Dios, sino su olvido. ¡Y yo sigo creyendo en quien saliera, inflamada de amor en noche oscura, de esa casa del alma prisionera! . 14 diciembre 2008

...las hierbas que él arrojó

. Para mis alumnos que, por supuesto, no saben que estoy por aquí . . Estaba convencido de que había filosofías de todas las cosas; de las insignificantes quiero decir. No es de extrañar en tiempos en que la filosofía se ha vuelto comodín de ideas; una carta en la manga de los tahúres mediáticos que avala la dignidad de todas sus jugadas. Así, hay filosofías de entrenadores deportivos, de cadenas de hipermercados, de industrias de zapatillas, de ONGs pro-marsopa, de AMPAs (no hampas, que también), de asociaciones vecinales… Vamos, de todo. Así que yo me consideré con derecho a pensar las mías, las de poca monta, las de casi nada. Me hacía sentir bien eso de dar importancia a lo que no era importante. Eso que estaba ahí, rodeado de vulgaridad por ser común: un jardín, un día de lluvia, una mirada traicionada por los ojos responsables, un periódico viejo con noticias que archivó su intrascendencia, la soledad de una hoja a punto de ser danza cualquier tarde de octubre… Me acordaba de Azo

"Solaya..." o un baño de vanidad

. . De vez en cuando es bueno. Por ejemplo, cuando uno está frisando edad de “batallitas”, ese punto del tiempo en que se mira atrás, ingenuamente, soñando encontrar paisajes portentosos. Por lo general, no los hay. Por lo común, lo único que se divisa es el deshielo de unas cuantas ilusiones montañosas. La insistencia nos permite descubrir algunos prados. Y eso es suficiente; lo demás se convierte en distracción neblinosa; como debe ser, ¡más faltaría! Entonces uno empieza a hablar, y a hablar, y a hablar… de su hermosa pradera memorable. Como ésta, sin ir más lejos: 1982. Madrid de invierno en decadencia galopando sobre un mes capón en días. Calle del Duque de Medinaceli, entre “el Palace” y la iglesia del Cristo de igual nombre. Calle que, si uno sigue, se cruza con Cervantes y más allá con Lope. Calle para quedarse a morir, porque entre Lope y Cervantes sólo se puede morir y después hablar con Dios. Salón de Actos del Centro de Humanidades del CSIC. Unas cuantas palabras de Cadals

La mirada y el alma agonizante

. . No permitas que Andrómeda diluya ese velo de nieblas tan lejanas. No consientas que el éter se interponga y confunda mi sueño en sus relámpagos. No distraigas los astros ni emborrones el lento acontecer de su belleza. No convoques los cirros de la tarde a la oscura asamblea de su olvido ni trastornes el cielo, el espectáculo callado y portentoso de la última esfera. Deja estar al deseo en su delirio. No niegues residencia a la esperanza, a ese polen de estrellas esparcido que atraviesa tus ojos cuando miras mi niña vigilancia. No dejes que la luz se desmorone. No dejes de mirarme. . 4 diciembre 2008

Noche fría

. A los otros fríos y soledades, que son verdad, aunque no siempre salgan en los telediarios . ¿A quién habla la noche cuando es fría, cuando el viento es un sable en la mirada, cuando duele la piel del mundo helada, cuando hiela hasta Dios? ¿A quién diría la noche que no quiere no ser día? ¿A quién le contará su madrugada que se teme vencida, derrotada, sol dudoso, incapaz tras su agonía? Qué soledad tan grande, tan perfecta, la de la noche al cabo, qué locura gemir sin voz ni pena que la nombre. Cuánto olvido en su lágrima incorrecta que no sabe llorar, que se tortura porque hiela las lágrimas del hombre. . 2 diciembre 2008 .

La sombra

. . Sólo la oscuridad, sólo tenerte confusamente oscura; sólo ajena, a punto de no ser; sólo tu arena, el resto de tu tierra. Sólo verte en niebla indefinida, padecerte ausencia horizontal que el día estrena sin ser día, sin ser aurora plena, sin ser tú. Mirar… y suponerte. Sólo indagar tu sombra enajenada, ese resto de ti que el sol olvida y esparce por el mundo, indiferente. ¡Sólo tu confusión desdibujada! …Y a la luz castigar por distraída por sólo merecer tu sombra ausente. . 27 noviembre 2008 .

El corazón del guerrero

. . El otro día leí que hay glaciares inmensos bajo la superficie de Marte, agua que aguarda eleáticamente, desde hace millones de años, tal vez para aplacar la sed de unos lejanos visitantes. Eso al menos han pensado en la NASA: una mina de posibilidades bajo la cobriza coraza de un planeta muerto. ¿Quién podría extrañarse? El corazón del guerrero alberga un mar de helada indiferencia, un subterráneo desamor de ausencia y frío que deja, sin embargo, el reguero encendido de su sangre cuando cruza la noche. El corazón del guerrero es la implacable demolición de cualquier fracaso. Los contrarios acaban con Parménides y Heráclito es verdad después de todo. Del hielo nacerá el calor, del invierno eterno el provisional verano. Porque, nos guste o no, eso es la vida. Vivir no es abundar en terciopelos para poder acariciar dulzuras decadentes. Vivir es estrellarse con la nada, descubrirla de pronto, dolerse en su combate. Y seguir, ajeno e indiferente, convencido de que al cabo no es inútil l

El “e-mail” del caballero

. Qué cosas tiene este hombre que, de “caballero inactual”, ahora parece quererse atemporal y caballero. Un “email”, que le cuadra menos que a mí la simpatía, unas pocas palabras… Amigo mío, le adjunto unas seguidillas que, aunque no se lo crea, son de verdad. No son “seguidillas compuestas”, que viajan con coda, sino “simples”, que a mí me nacen del corazón y sus razones. No le envío mi domicilio porque ahora mismo vivo en ninguna parte. Ya le contaré. No sé qué tendrá que contarme, pero como yo sigo en huelga –que no holganza– de palabras, he aprovechado el latido de ese corazón anacrónico para que suene el silencio de este otro envejecido. Sin querer me dijiste que me querías, esas cosas te pasan por distraída. Por mirar de reojo, por no mirarme, por dejarme a la suerte de un tal don nadie. Por cruzarme contigo sin tu mirada, pasajero del día, sombra nublada. Que ni sombra me dejas que me permita: un solar que la luz nunca visita. Sin querer, mira que eres, y yo sabiendo: ¡estocadas

Nada nuevo

. Asfixia el mundo, este mundo que se construye desde el juicio acelerado; tan acelerado, que se adelanta a sí mismo, que deja de ser juicio para ser prejuicio, ortodoxamente, “pre-juicio”, algo que volcamos sobre los demás sin darles ocasión de nada, sin saber realmente nada de lo que pasa o les pasa, guiándonos de tres o cuatro señales mal leídas y peor interpretadas, dando crédito al ruido para invertirlo en mensaje, convirtiendo nuestra fantasía en injuria y condena… Por eso he perdido las ganas de escribir. Últimamente ando en tratos dolorosos –y reales– con los años. Con los muchos, por el duelo de ver los escombros de su ruina; con los pocos, por la pena de saber la inanidad de su proyecto; con los medios, por su errático andar tras la opinión de más aplauso… Con los míos, por la inmensa lejanía de mi mismo. No tengo ganas de escribir porque cada día tiene el día menos ganas de serlo , porque todo lo que habrá de establecerse al cabo de vivir puede que sea para nada ; porque t a

El sueño

. . Tantas veces es cierto que no es cierto, que no es verdad; que tiembla y no sucede; que el aire se estremece y luego cede… Y es mentira… Y no es… Ese desierto, . que se quiere jardín y está cubierto de oscura confusión, un día puede, porque sí, con decisión, adrede desconcertar su mudo desconcierto. . Y desatar un párrafo imposible, la pleamar ingrávida y desnuda de un verbo que se quiere trayectoria. . Y surgir enredada, imprevisible, sólo una voz, la voz, tu voz sin duda; el beso de tu voz o tu memoria. . (23 de octubre de 2008)

La decisión de Teseo

. . Cortar la seda. Cercenar el vínculo. No querer escapar del laberinto amargo ni del monstruo posible que al final nos aguarda. Quedarse aquí, dentro de uno, con la daga sangrando y el último silencio; con el alma asustada y su oscura agonía. No querer olvidarse de uno mismo, de la bestia encerrada que nos sigue esperando cada noche en su cueva, cada noche en su noche sin aurora, eterna o intemporal, cruel, heroica, oscura soledad de piedra y musgo que no sabe los triunfos y sus días. Solos al fin la tristeza y la espada; y el monstruo en su rincón, en su condena, aguardando la muerte, la sangre de decirse, el bramido glorioso de haber sido. (13 octubre 2008)

Noticias del "caballero inactual"

. Melodramático anda este hombre que se me antoja cada vez más raro. Hacía tiempo que no sabía de él, que no me visitaba ni me escribía, que no encontraba sus llamadas perdidas en mi móvil, ese rastreo de imposibles respuestas al otro lado de nuestras inquietudes. Y, mira tú por dónde, ayer, sábado 11 de octubre, me encontré al llegar a casa una larga carta suya. Cinco folios y medio para ser exactos. Me contaba allí experiencias extravagantes, sucesos extraordinarios que ponen en entredicho los límites de la verdad, cosas que para creerlas hay que hacer religión de la amistad. Sí, está cada vez más raro, tanto que su condición de inactual parece empezar a desearse convicta irrealidad, fantasía enfermiza, vanamente encarnada. Mucho me temo que el día menos pensado se acomode en él la doble disonancia del tiempo y del espacio. Un acomodo comprensible, al menos para Einstein. Entre la retahíla de extravagancias, me dejó este poema que transcribo. También extraño que lo firme él, por aque

La edad de Dios

A mi padre. No están ya con nosotros, ni siquiera entre nosotros. Viven en otras casas; comen en otros platos; hablan con otras gentes. Comercia su palabra con otros asuntos; secuestra su corazón una extraña distancia. Su tiempo marca un orden de sucesos que ya no nos concierne; que alguna vez lo hizo, tal vez, allá por esos años de reciente emerger de la conciencia. Cuando niños, muy niños. Cuando decíamos mal el nombre de las cosas y ellos nos iban inventando la memoria. Y eso, que en nosotros ya es sólo biografía, se hace acontecimiento intraducible en las salpicaduras de su mirada. No son ya de este tiempo. Por eso cuando es octubre, puede ser junio; o cuando martes, domingo. O estar anocheciendo y ser temprano; o ser ayer sin haber sido nunca. No están ya con nosotros; aunque a veces nos encontramos con ellos en el relámpago de una frase. Un destello momentáneo, un cruce fugaz, como a traición de su locura (¿o será nuestra?), en que parece posible lo que jamás podrá ser

El jardinero

. Las poquitas ganas que le van quedando a uno de casi todas las cosas; la gota de amargor inevitable que no renuncia a caer sobre la piedra de cada día… Y su advertencia, su amenaza de convertirse en desbordada precipitación sobre el punto, antes granítico, de una inútil resistencia. Las horas y las horas, los libros aplazados, los poemas perdidos, la distracción del sentimiento en un recuerdo hermoso, la presunción del alma frente a un deseo no posible… Llega un momento en que la vida se queda de pie y no puede sentarse, sólo mirar al día siguiente renunciando a su discurso. Y aguantar el temporal. Seguir de pie a pesar de todo. Respirar, a pesar de todo. Hablar, a pesar de todo. Intentar pensar… a pesar de todo. Y en algún rincón, profundo y propio, cultivar un jardín que nadie entiende; que a nadie importa; que no es fundamental ni necesario; que no sabe a qué es debido que haya rosas en otoño; que no puede, sin embargo, evitar que septiembre –octubre casi– huela aún a primavera so

La memoria ancilar

. Me quedo con las noches esforzadas, las horas del cansancio, la fatiga. Me quedo con los días subterráneos y el dolor de la luz sobre los ojos. Con la nada me quedo, decidido a negar otra vez el desencanto. Sin tiempo de morir con casi nadie, me quedo con vivir en el olvido. Allí solo, pequeño, resguardado por el arco de Dios en tu sonrisa. (20 de septiembre de 2008)

La llamada II

. Uno espera y espera... Uno excede la paciencia del tiempo y aún espera un renglón en el aire, una quimera, un párrafo indecible… Y no sucede. Uno quiere poder lo que no puede: romper con el silencio; esa manera de estar dentro de uno estando fuera, duelo que avanza, paz que retrocede. Y un día, de repente, suena un sueño, rompe el aire un teléfono, difunde su agotadora desazón sin calma. La mano oprime el corazón sin dueño... Y uno besa una voz que a Dios confunde, una voz que es un vínculo del alma. (17 de septiembre de 2008)

La "partícula de Dios"

La llaman la partícula de Dios y la buscan por anillos colosales donde la insignificancia se estrella contra la insignificancia y provoca la ilusión de lo grandioso. Un bosón , el bosón de Higgs , una casi nada que, suponen, tiene la culpa de casi todo . Y puede que la tenga. Puede que un día nos sorprendan con el descubrimiento de su rastro. Porque sólo se podrá leer su rastro. Y todo será coherente; todo incuestionable, explícito y rotundo. Las cuatro fuerzas sólo serán dos –la gravitatoria , suave y tenaz, es una fuerza contestataria que se resiste a las reducciones hasta el aburrimiento de los sabios–. En el fondo, seguimos buscando el arjé . La partícula de Dios es como la sexta vía del Aquinate saltándose los siglos y trocando el método aristotélico-deductivo por el método científico-experimental. Claro que ya no se busca a Dios, sino su partícula ; mejor dicho, el rastro de su partícula: un renglón sobre una pantalla. Para ello hay que recrear la Creación a cien metros bajo

Para nada

Una rara fracción de eternidad… Un divisor común de polvo y tiempo… Una ecuación de amor de primer grado… Un decidido hacer de la tristeza… A veces me sucede. A veces siento que sucede. Un instante. Un recorrido del corazón por todo lo que debe callar, por todo lo que calla; por todo lo que habrá de establecerse al cabo de vivir, de haber amado, de haber herido el tiempo inútilmente para sanar en nada la voz y su locura... Para llegar a nada. Para nada. (7 septiembre 2008)

Puerta de septiembre

. Cada día tiene el día menos ganas de serlo; cada día es más breve su entusiasmo; cada día, su luz más apagada, más vencida su altura, menos firme. Cada día es más noche y menos día, más estrella ilegible, menos sol recitado… Cada día que pasa. Cada día. (30 de agosto de 2008)

Testigos nuestros

Hace dos meses, bajando por la calle “Camino de la Huerta” en San Fernando de Henares, se podía ver una casita derruida por la intransigencia voraz de las excavadoras. Durante algunos días distraje la vulgaridad de mi rutina circulatoria con los restos tenaces de su doméstica biografía, focos de resistencia en que las cosas se empeñan para que no se olvide que alguna vez fueron testimonio. Me llamaba la atención un friso alicatado y fragmentario, blanco y azul, de rancia estética, que había sobrevivido de tanto adherirse al edificio colindante. Puede que allí estuviera la cocina, ese rincón de las casas que fue hogar por excelencia, cuando el hogar era hoguera gracias a la cleptomanía prometeica. No podía evitar reconstruir el resto, disponer en el mosaico de cascotes las piezas fantasmales de un pasado del que nadie sabrá nada en poco tiempo. Me parecía escuchar risas o advertir lamentos, recuperar tristezas o fracasos, rescatar alegrías o grandezas. Días felices y días terribles, rel

Parábola para un agnóstico

…Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: ‘Desplázate de aquí allá’; y se desplazará y nada os será imposible. Mat. 17-20. “Sólo sé que no es posible”, dijo un átomo de Hidrógeno (que, por cierto, nadie supo jamás que hablar pudiera). Y se hizo adolescente para ser Helio. Mucho después, envejeció en Carbono; y, decrépito al fin, murió afán inorgánico para nacerse vida. Hubo un punto y aparte. De repente, las cosas ya no eran como siempre habían sido: mecánica de enlaces, ecuaciones previsibles. Las cosas se habían vuelto un proyecto capaz de ser un sueño, un sueño capaz de duplicar su proyecto inexplicable. Después sucedió el mar y su promesa… Y la tierra más tarde. Y un efecto sin raza ni fronteras que aprendió a medir el tiempo y pergeñar su curso. Empezó por creer... Y creyó que sabía… “Sólo sé que no es posible”, dijo el hombre. Y la memoria de un átomo de Hidrógeno (que, por cierto, nadie supo jamás que la tuviera) protestó en los rincones de la no

"Partir c'est mourir un peu"

Bien es verdad que el segundo autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin de esta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en el siguiente capítulo. Quédase Don Quijote, al final del octavo capítulo, con la espada en alto ante el enfurruñado vizcaíno. Usa Cervantes aquí de industrias que hoy nos son harto familiares cuando en la serie televisiva de rigor, por ejemplo, se nos queda el héroe en inminente peligro o presumida gloria con el ademán suspenso hasta el siguiente episodio. Yo, sin embargo, abuso de la cita sobre interrupción tan meritoria para decir “hasta pronto”, que es lo que suele decirse en estos meses de ocios desmelenados. Partir de

La cigarra y la hormiga

Ha tenido la culpa una chicharra enloquecida que se ha pasado la tarde cantando la ardiente pasión de la Niña Chole; del verano, quiero decir. Las recojo del suelo, donde nadie las quiere, donde quedan absurdas, desprendidas del disfraz de las horas; hebras de una sonrisa o de un enfado, de un momento común… Cualquier anécdota. Las recojo y las guardo en refugios del alma. Almaceno su historia sin hazaña ni empresa, su renglón de humildad desconcertante. Almaceno el residuo de esas horas para pasar el tiempo que me queda –el invierno que aguarda después de este verano– y tener otra vez su risa, su mirada, su forma de decirme “buenos días”, de sentarse y hablar, de escoger un silencio y hacer que no lo sea, de volver prodigioso el momento común que el mundo olvida. Las recojo y las guardo con ternura indecible en este subterráneo rincón de la memoria. Otros hay que se quedan con el tiempo –su telar luminoso, su estricta indumentaria–. Y lo cantan

Ser hombre

Ser hombre es no tener por suficiente la parcela de luz de la mirada, es querer –sin tener ganas de nada– ver el sol más allá de su occidente. Es saberse cobarde, y ser valiente. Es poner la verdad frente a la espada. O morirse de pena arrinconada una tarde de siempre entre la gente. Ser hombre es ni pensar que se le ocurra al amor denegarle su fianza, al tiempo escatimarle su intermedio. Ser hombre es desear que Dios discurra por la espina dorsal de la esperanza. Ser hombre es no tener otro remedio. (17 de julio de 2008)

Para nadie

Tenía que venir herida en un mensaje; atravesar la noche sin que yo lo supiera. Decirme: “estoy aquí”; o, “¿por qué me esperabas?” Y hacer que nada fuera inexplicable. Tenía que haber sido alguna vez, sin lujo ni noticia especial; sólo haber esparcido el perfume de un verbo, sólo ser la señal señalada en los mapas del silencio. Tenía que venir, aunque yo no supiera… Tenía que venir. Y nunca vino. (15 de julio de 2008)

El dolor

Dime: ¿tan fuerte mal, cómo es tan largo? Y mal tan largo, di: ¿cómo es tan fuerte? Juan Boscán Es un dolerme distraído, a un lado de la respiración, pero constante; justo aquí, donde dobla la inquietante esquina vertebral de mi costado. Una señal tal vez, quizá un recado de impaciencia del alma; una apremiante protesta, un declarar que ya es bastante el tiempo en este pozo enajenado. Es un dolor que advierte una locura, que se quiere arrancar de donde duele por sanar más allá de su frontera… Y herir la latitud de la ternura donde el dolor de serlo se rebele y halle puerto el afán de su galera. (15 de julio de 2008)

Vocabulario aclaratorio

Como complemento a la entrada de ayer, y para ser plenamente riguroso, quisiera hacer algunas precisiones semánticas sobre algunos términos empleados, quiero decir, cómo allí fueron empleados. Esto es: SERIEDAD: no es un estado de ánimo, sino una disposición del mismo que debe acompañar a la actuación del hombre en su trato con el mundo. La seriedad no está reñida con el humor ni con la alegría, pero es incompatible con la diversión. DIVERSIÓN: en su raíz etimológica (‘divertere’) recoge el sentido de ‘separación de’. El hombre divertido es un hombre que se ‘separa’ del rigor. Este ‘apartamiento’ es necesario, ocasionalmente, como descanso del trato habitual con el mundo; pero es patológico cuando pretende suplantar a dicho trato. La cara de la diversión siempre es un poco idiota, y está muy bien tenerla de vez cuando, pero es preocupante si queremos que se nos quede. CHISTE: Tontada puntual, a veces acompañada de cierto ingenio, que tiene la función momentánea de distraer, es de

De paupere philosophia

Me he acordado hoy por culpa de un ornitorrinco que he visto en Google . Fue una estupidez por mi parte. O un pecado, de los mortales, de esos que te remuerden hasta el agotamiento por mucho que uno haga por distraerlos de la conciencia. Porque a veces es pecaminoso comprar un libro; mejor dicho, leerlo. Y si ese libro se anuncia como best seller , entonces son necesarios por lo menos quince días de ayuno en el desierto de Atacama. Mea culpa : “Platón y un ornitorrinco entran en un bar…” (no digo los autores para no dañar su imagen y quebrantar un derecho humano) es una sandez deudora de esa idea que es el libro-consumo. Producto de una ocurrencia (las “ocurrencias” son moneda corriente en nuestros días), el libro plantea un recorrido “diver” (“tido”, naturalmente) a través de la filosofía. Encima, lo “diver” (“tido”, claro está) son chistes. Así que la conclusión es que la filosofía es un chiste. El razonamiento mercantil es de una simpleza palmaria: lo gracioso vende, luego hagamos

El mundo desocupado

Un día pasas por donde pasas siempre y, de pronto, “siempre” es un vacío, seco en sus soledades y abandonos, vano en el aire de nombres que no están en donde estaban. Un día sólo hay cosas: una mesa, una silla, un largo corredor, una ventana…, una colección de inútiles objetos que acata imperturbable la intromisión del sol cuando amanece. Un día te dan ganas de hablar un rato con las cosas. Sólo con ellas, tan dispuestas a estar y recibirte en cualquier momento. Con ellas y las sombras adheridas, esa prolongación de la vida que sedimenta en todo cuanto toca. Porque un rincón vacío es mucho más que una porción de espacio, es el refugio de algo que ha ocurrido y fue sonrisa, o se creyó inquietud sin que luego alcanzase el rigor de ocupación siquiera. Y quien dice un rincón, dice un bolígrafo que escribe una palabra intrascendente y acaba convertida en un destino; o un libro que entretiene sus páginas en unos ojos y les roba después el norte a su mirada… Están llenas de vida las cosas

Rosa de naufragios

La he mirado una vez. Y dos. Y cientos de veces la he mirado. La he tenido al alcance del alma, de un latido del alma, fugazmente… Y en momentos de esos que no se cuentan, que son cuentos de lágrimas en blanco del olvido, la he creído verdad, me la he creído norte vivo en la rosa de mis vientos. La he mirado. Y a veces parecía que era tierra real, que allí aguardaba la fe de amanecer… Dulces presagios que llenaron de mar la luz del día: eran sueños de salva que inventaba tu mirada en mi rosa de naufragios. (8 de julio de 2008)

El poder y la verdad

Puedo ahora cruzar aquel pasillo, llegar a su final, abrir la puerta, dar un susto de muerte a su silencio, asignar a las cosas otro espacio, otro tiempo a la vida… ¡Un disparate! Puedo hacer que la nada de una esquina rezume de miradas, se disponga a ser cómplice amable del deseo; o hacerme taumaturgo y situarte, sombra siempre perdida, en su intervalo, en la hora vacía que no habitas porque el mundo es capricho de sí mismo. Puedo darle la vuelta a cuanto existe y que nada se altere, y todo siga el cauce que es debido sin embargo. Por poder, hasta puedo una sonrisa robarte en una casa que no existe, una casa que inventa en su fachada este sol que ahora veo y no es mentira. (6 de julio de 2008)

Los bonobos y yo

Si yo fuese un bonobo, sería un individuo feliz y bienquisto que cosecharía aplausos y reconocimiento de los ejemplares humanos más progresistas y solidarios de nuestros días. Es más, si yo acudiese a ellos para denunciar alguna violación de mis derechos inalienables en condición de gran simio, merecería su comprensión y complicidad inmediatas. Probablemente, una manifestación con pancartas y pegatinas de colores chillones, que me gustarían muchísimo (de ser bonobo, se entiende); o, por lo menos, una concentración frente a algún parque zoológico ilustre, que provocaría considerables pérdidas económicas en la cárcel-animal de que se tratara. Pero no soy un bonobo. Soy un mono desnudo , un bípedo implume con “inclinaciones sospechosas”. Por ejemplo, me gusta el silencio, el circadiano respeto a los intervalos sonoros del día, el sigilo con que la vida expande su esplendor sobre la naturaleza. ¿Hay algo más silencioso que un bosque?... Los sonidos allí son como relámpagos armónicos; un

Mejor de noche

Se llora mejor cuando es de noche. Cuando no es necesario definir las lágrimas, acomodar su costumbre a ningún hecho, redescubrir su causa o el jardín de su origen. Se llora mejor cuando uno se desprende de la giubba y se desempolva la cara. Cuando el bufón se convierte en su real deformidad y el payaso en un hombre que ha cenado salami, o croquetas, o no ha cenado nada... Y tiene un problema, o dos, o cinco, o ciento treinta y dos con veintisiete –aunque parezca absurdo, también hay decimales en las penas que solemos redondear al alza–. Se llora mejor cuando la soledad es el sincero hallazgo de uno mismo, no la ególatra estrategia de apartarse de los otros. Cuando tenemos tiempo de ponerle mirada al infinito y nombre a ese silencio que llevamos a cuestas por la vida.

Deficiente razón

No es magnanimidad. Ni camuflado egotismo. Ni modestia. Es resignación. Quienes no tenemos grandes hazañas o soberbios paisajes en las maletas del alma nos aferramos a lo breve, a lo sutil, a lo cotidiano, a lo que está al alcance de todos. Y literaturizamos el sentido de un mirlo que no nos hace ni caso; el valor de una mirada que se nos cruza en un azaroso instante; la trascendencia de un campo de amapolas que sorprende nuestra común vulgaridad; el mérito de una sonrisa amable, supuestamente dedicada a un gesto nuestro; la importancia de una palabra intrascendente, que rescatamos con el corazón de su astenia semántica… Claro que, entonces, cuando lo contamos, sentimos que un mirlo indiferente, una mirada imprevista, un repentino campo de amapolas, una sonrisa medio inventada, una palabra completada por nosotros… son cuna de real grandeza. Ni magnanimidad, ni modestia, ni resignación: vida inmensa hecha con los mimbres de la verdad. Así que, como silogismo, esto es un desastre por

La supernova

. Parece un chal de sangre, un velo de muerte ondeando en algún refugio de la noche. De hecho lo es: rastro de la vida de una estrella, explosión lejanísima en el tiempo y la distancia. Tal vez, esté por ahí fuera circulando ahora la tristeza de Isadora Duncan. Robo la foto del ojo artificial del Hubble, capaz de ver lo que es inconcebible. Como Prometeo (que no lo soy ni en broma) la robo de la noche de los dioses. Para vosotros si pasáis por aquí. Para vosotros, si disponéis de un instante para configurar su hermosura. Fue un astro lejanísimo que invadió la oscuridad y el día de presagios terribles. Dicen que ocurrió por mayo. Dicen que en el 1006, poco después de que Macbeth, el de verdad, gateara por el mundo. Para nosotros es una tilde de belleza, una virgulilla casi irreal de algún lugar que insiste en su memoria. Si el universo es bello, lo es gracias a nosotros que hacemos posible la conciencia de su posibilidad.

Didáctica natural

Nacen con la intensidad de la lentitud. O para demostrar que al tiempo le da lo mismo la insistencia en su prolongación. Son una burla socarrona de la eternidad. Socarrona y bella porque su razón es el amor. En realidad, nacen sólo para amar; no tienen tiempo que perder en otras cosas. Y para no perderlo, porque tienen poco, procuran paladear cada movimiento que hacen. Su aparente pereza no es más que fruición de la vida, esa vida suya que para nosotros, tan acelerados siempre, no pasa de ser el relámpago de un instinto. Porque así es como lo he leído, precisa y científicamente: la especie de camaleones ‘Furcifer labordi’ sale del huevo a principios de noviembre para, después de siete semanas de maduración, disfrutar de un breve período de ‘sexo violento’ y luego morir en abril. Demasiado frío; para mí por lo menos que no sé leer las palabras de la naturaleza en los códigos ortodoxos. Probablemente sufra estrabismo intelectual –curiosa y camaleónica coincidencia ésta–. Porque, para m

Geometría euclidiana

No fue culpa de Euclides; él hablaba por una decisión enfurecida de ser recta la recta y ser medida de un punto que a otro punto encadenaba; de ser ella la mínima, la esclava de exacta rectitud, la definida distancia entre uno y otro, tensa brida que una nada a otra nada entrelazaba. Mas nosotros supimos que fue vano axioma de una recta prisionera aquella noche de calimas calmas. Que allí, en la esquina estricta del verano, tú y yo callamos… Y el silencio era la distancia más corta entre las almas. (29 de junio de 2008)

El prodigio

Uno espera que ocurra, que de pronto el tiempo se decida; que suceda que las calles no quieran ser distancia; que el mundo se reduzca, se comprima hasta una superficie manejable, que no haya solución, ni escapatoria, ni pretexto; que se haga no posible recurrir al silencio, a la ignorancia de que uno sigue allí a pesar de todo, de que no hay más remedio que arroparlo con el suave advertir de una mirada. Uno quiere que todo lo que ocupa lugar no sea volumen, ni siquiera lugar; que simplemente estalle el hecho y llegue a ser el ser inexplicable. Aunque no quede rastro para nadie y uno solo recoja su memoria. Y hay un día que ocurre... Y no sucede que las calles acerquen, que se anule el tamaño del mundo, que una voz te descubra el silencio, que unos ojos te abriguen el dolor en su mirada… Uno espera el prodigio… Y el prodigio no es más que otra ventana a la tristeza. (27 junio 2008)

Demasiado tarde

Hamlet vuelve a quejarse: " Palabras, palabras, palabras…" ¿Cuántas veces ha contado la eternidad la misma historia? ¿Cuántas veces la misma combinación de hechos, la misma sucesión de hostilidades, el mismo astro en el centro de la noche, la misma incapacidad de la mirada? ¿Cuántas veces la ocasión ha sido olvido; el gesto, desamparo; el ademán, indiferencia?... ¿Cuántas veces lo único ha sido indecente pluralidad? Palabra, palabras, palabras… Demasiado tarde para oírlas decir lo de siempre. Demasiado nunca para hacerlas hablar como quisieran. Demasiado tarde para todas las palabras.

La legión del olvido

A mi padre con tristeza, a mí por un presagio Todo olvido es una aniquilación de la realidad, una descomposición de la circunstancia que aísla cruelmente la identidad propia. La desaparición de los hechos en la memoria es la conversión del paisaje del alma en una inhóspita y terrible llanura. Nada existe sino el abandono, el silencio y el frío; nada, sino la inabarcable soledad de los desiertos. Cuando la memoria muere, el mundo muere antes que uno mismo. Sólo queda la pregunta vacía de preguntas, el doloroso desconcierto de seguir estando vivo y no saberlo. La legión del olvido es el ejército más cruel, más brutal, más implacable a que debe enfrentarse en la vejez el hombre.